sábado, 25 de octubre de 2008

Javier Ágreda sobre DISIDENTES

Si toda antología genera inevitablemente algún tipo de polémica, la de Gabriel Ruiz-Ortega, Disidentes. Muestra de la de la nueva narrativa peruana, básicamente una selección de cuentos (aunque incluye algunos fragmentos de novelas), lleva esa posibilidad hasta el extremo por varios motivos. En primer lugar porque el antologador no es un crítico ni un observador neutral, sino alguien que fácilmente podría figurar entre los antologados: escritor limeño (o al menos con un libro publicado en Lima) nacido después de 1974 y con un libro de narrativa publicado en los últimos 3 años. En el caso de Ruiz Ortega (Lima, 1977) ese libro es su también polémica novela La cacería (2005).
En segundo lugar están los criterios de la selección, pues a los ya mencionados (¿por qué sólo escritores limeños o publicados en Lima?) se suma la opción por un cierto tipo de narrativa que se aleje del “realismo sucio”, heredero de Bukowski y de Reynoso, que para Ruiz-Ortega “fue la tendencia narrativa que imperó mayoritariamente en los noventa” (como ha señalado Abelardo Oquendo, en la prosa de Ruiz-Ortega abundan los errores de redacción). En otras palabras, de esta “muestra de la nueva narrativa peruana” quedan excluidos, sin importar la calidad de sus relatos, autores como Diego Trelles (Lima, 1977), Julio César Vega (Lima, 1976) o Sergio Galarza (Lima, 1976).
Ruiz-Ortega enfoca entonces su trabajo sólo en un sector limitado de nuestra narrativa joven, en aquellos autores “disidentes” del realismo sucio de los años 90 (¿no es más bien el realismo sucio una disidencia ante la narrativa tradicional?) y que han publicado sus primeros libros en editoriales también jóvenes. El primer grupo de estos autores es el vinculado a la editorial estruendomudo: Luis Hernán Castañeda (1982), Johann Page (1979), Edwin Chávez (1984). A ellos se suman Alexis Iparraguirre(1974) y Carlos Gallardo (1983), aunque este último ha sido inexplicablemente excluido de la antología. Son autores con propuestas claramente vinculadas y signadas, según Ruiz-Ortega, “por la exploración de un mundo poquísimas veces tratado en nuestra literatura: el mundo del escritor y su acto creativo”.
Otro grupo de antologados es el de aquellos autores que para marcar su disidencia con respecto a la narrativa peruana de los 90 “se han valido de fuentes literarias foráneas como base principal de sus trabajos": Christopher van Ginhoven (1979), Ezio Neyra (1980), Claudia Ulloa (1979) Carlos Yushimito (1977), Susanne Noltenius (1974) y Augusto Effio (1977). Un tercer grupo es el de aquellos narradores que han logrado crear un “vitalismo con sentido” mediante “el uso inteligente del humor, la mirada introspectiva y un marcadísimo cuidado por el lenguaje”: Víctor Falcón (1979), Pedro Llosa (1975), Miguel Ruiz (1977), Antonio Moretti (1977) y Leonardo Aguirre (1975). Menos fáciles de ubicar en alguna tendencia resultan Daniel Soria, Juan Manuel Chávez (1976), Daniel Alarcón (1977), Santiago Roncagliolo (1974) y Marco García Falcón (1970).
No obstante nuestros reparos, Disidentes tiene la gran virtud de llamar la atención sobre la interesante renovación que se está produciendo en la narrativa peruana, y sobre la gran cantidad de novelas y libros de cuentos que están publicando nuestros escritores jóvenes. Y si bien se le puede cuestionar a Ruiz-Ortega tanto las ausencias de algunos narradores como las marcadas deficiencias del prólogo y exageraciones de las breves notas de presentación de cada autor, hay que reconocer su competencia como lector, pues la mayoría de los textos que ha seleccionado son de calidad ya reconocida (relatos ganadores de premios literarios, cuentos incluidos en libros bastante comentados) y verdaderamente “antologables”.

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