miércoles, 16 de diciembre de 2009

Sobre DEMOLER en Siente Mag


DEMOLER, un viaje personal por la primera escena del rock en el Perú 1957 – 1975 es la obra que llega a nosotros gracias al narrador nacional Carlos Torres Rotondo. En este viaje al pasado del rock nacional, Carlos va al rescate de las bandas y la buena música que se produjo en aquellas épocas.

En este libro se mencionan importantes grupos que dieron al rock nacional el status de internacional. Podemos ver información de Los Millonarios del Jazz, considerados como el primer grupo de rock peruano, aunque cantaban en inglés, de Los Incas Modernos, del puerto del Callao, quienes editarían el primer disco de larga duración de la historia del rock peruano con composiciones propias, como también con versiones súper fantásticas del folclore nacional. También están los miraflorinos de Los Sunset, Los Zodiacs o Los Kreps. Los Saicos, unos auténticos adelantados a su tiempo, desafiaron todas las reglas, sacando los singles más salvajes, ruidosos y gritones de la década, anunciando la llegada del punk peruano. Los Belkings; primera banda de rock instrumental de Latinoamerica y única en el mundo, que le pisaba los talones a The Shadows y The Ventures. Traffic sound, uno de los grupos más importantes del rock peruano, que llegaron incluso a tocar en Chile, Argentina y Brasil, Black Sugar, responsables por la mayoría de las grabaciones de música de garaje y psicodélica en el Perú. Y así muchas bandas más dignas de aparecer en esta publicación.
En una entrevista realizada por Gabriel Ruiz Ortega, Carlos cuenta que para la realización del libro estuvo investigando de 1999 a 2001, encerrándose en hemerotecas y entrevistando a músicos en persona, por chat y por teléfono, y todo ello sin financiamiento alguno, solo costeado por sus ganas de mostrarnos una generación de músicos que hicieron del rock peruano un orgullo latinoamericano. Habla sobre la decadencia del rock no solo en el Perú sino a nivel latinoamericano, que se dio por obra de las políticas de la época y dice “el poder, la sombra económica que gobierna desde detrás de la política, exterminó, anuló, aburguesó, quemó y mató a una generación hermosa que de todas maneras hubiera hecho un mundo mejor”.
Con más de doscientas páginas de información, fotografías y hasta una lista discográfica de la época, este libro es demasiado recomendable. No te pierdas el conversatorio y recital musical DEMOLER el 10 de diciembre en la Feria del libro – Auditorio Julio Ramón Ribeyro a las 8.30.
Publicado en Siente Mag

martes, 15 de diciembre de 2009

Roberto Gagliardi sobre DEMOLER (Blog del Fanzine Sótano Beat)


Hace unos pocos meses salió a la luz el texto que aquí comentamos, un libro que, no dudamos, será de obligada consulta para la juventud sana y estudiosa del presente y el futuro.

Carlos Torres desarrolla la novela-ensayo con una prosa ordenada y lineal de principio a fin, lo que hace que el texto se lea concatenadamente de un solo tirón y con avidez, nuestras sinceras felicitaciones ante el esfuerzo desplegado.
Un detalle importantísimo es que este texto hasta ahora constituye el primer ensayo publicado que aborda correctamente el proceso de inicio del Rock en el Perú, retrotrayéndolo hacia el año de 1957, mérito que ningún otro libro ha señalado, hasta la fecha.
Los elogiosos calificativos que dedica a nuestro fanzine no pueden ser menos que agradecidos. Carlos, a quien hemos tenido el gusto de conocer personalmente en el último año, nos ha dejado muestras claras de sencillez y de una pasión enorme por entender nuestro trabajo. Vaya desde aquí nuestro reconocimiento para el compañero de ruta.
Publicado en el blog del Fanzine Sótano Beat

Rafael Cruz Huertas sobre DEMOLER (Diario La República - Sur)



Crónicas demoledoras

Rafael Cruz Huertas
Toda historia está sujeta a interpretaciones, sobre todo cuando esta se pierde en el olvido colectivo o la insuficiencia de registros para corroborar versiones orales. La historia del rock peruano sigue ese derrotero, plagado además de chauvinismos, cuando no de excesos y omisiones. Nada entonces que acudir a las fuentes.
Precisamente esa fue la labor de Carlos Torres Rotondo, que lo llevó a publicar “Demoler” (Revuelta Editores), narrando el apoteósico nacimiento del rock peruano y las intrigas de emblemáticos grupos desde 1957 hasta la mitad de los setenta.
El texto de fácil lectura desbarata mitos y aclara imprecisiones como aquella que si bien se reconoce calidad a muchos grupos de esa época, esta no solo se circunscribía al territorio patrio. Los viajes de Los Golden Boys (Ecuador), Los Dolton´s (Bolivia), Traffic Sound (Brasil, Argentina, Chile) o Los Mad´s (Inglaterra), invitados por los propios Rolling Stones –de vacaciones en el verano de 1969 por Lima- dan fe de ello.
Y como no debe mirarse desde los ojos de la capital, “Demoler” dedica un capítulo a grupos como Los Sideral´s de Ayacucho, Los Spectros y Trebol del Cusco, Águilas de Trujillo, Teddys de Iquitos, así como los Incógnitos y Texao de Arequipa; aunque la omisión en esta última ciudad de los progresivos “Free Love” es imperdonable.
Aún así la visita del autor, anunciada para la próxima Feria del Libro, promete expectativa entre los entendidos y seguidores del género, porque empuñar una guitarra con una mano mientras la otra sostiene un libro, no debe llamar la atención, como tampoco libros de contracultura que también aportan con su idealismo a una sociedad más justa.
Publicado en La República - Sur

lunes, 14 de diciembre de 2009

Francisco Melgar sobre DEMOLER (Luces - Diario El Comercio)


Por: Francisco Melgar Wong

El escritor Carlos Torres Rotondo acaba de editar esta minuciosa historia de la primera escena rockera del Perú. La narración, que incluye algunos pasajes autobiográficos de espíritu literario, se inicia en 1957 con el lanzamiento del primer 45 rpm de un cantante de rock nacional (Mike Oliver y su “Mambo Rock/Razzle Dazzle”) y prosigue ininterrumpidamente a lo largo de casi dos décadas, hasta el lanzamiento del último larga duración de esa primera hornada de músicos: el Vol. 2 de “Telegraph Avenue”. A través de entrevistas, documentos y un endiablado estilo de escritura, Torres nos cuenta la historia de los principales grupos que aparecieron en el Perú de esos años.
Allí están los fundacionales Saicos, cuya emblemática canción de guerra da nombre al libro; los siempre mutantes Shain’s de Pico Ego Aguirre; los impecables Belkings, considerados por la crítica especializada como uno de los mejores grupos de rock instrumental en todo el mundo; los altisonantes Yorks de nuestro Iggy Pop: Pablo Luna; el auge y la caída del excéntrico y autodestructivo Troglodita; los misteriosos Mad’s, cuyas desventuras en Londres al lado de los Rolling Stones y Jimi Hendrix constituyen el imprevisible centro nervioso del libro y —cómo no— la sinuosa y nebulosa historia de Traffic Sound, una de las mejores bandas de la época.
Un libro imprescindible para aquellos interesados en el rock, en la historia del Perú contemporáneo y en la evolución de las culturas juveniles latinoamericanas de finales del siglo XX.
DEMOLER
Autor: Carlos Torres Rotondo
Editorial: Revuelta
Nacionalidad: Peruana
Publicado en El Comercio

sábado, 12 de diciembre de 2009

DEMOLER. Crónica de una histórica presentación - (Por la ruta del beatnik, de Renzo Sánchez)



Presentación del libro Demoler congregó a legendarios del rock peruano


Carlos Torres Rotondo presentó "Demoler" durante la clausura de la "Feria del Libro Ricardo Palma", y lo hizo rodeado de los dinosaurios más emblemáticos del rock nacional, y ante una de las audiencias más numerosas que se haya registrado en el conglomerado cultural llevado a cabo por primera vez en el vértice del Museo de la Nación.
El escritor quien durante su disertación estuvo flanqueado por Roman Palacios, integrante de la legendaria banda Los Yorks y Saúl Cornejo factotum de New Juggler Sound, Laghonia y We All Together, sostuvo que la obra es por naturaleza un libro "colectivo y familiar" porque congrega toda clase de vínculos, desde las musicales, hasta las personales e incluso familiares ya que logró conectarse con las viejas glorias de la música y a su vez, reconectar a éstas entre sí. "Demoler implica que tenemos mucho que construir" explicó, refiriéndose a que es necesario preservar la memoria colectiva más aún cuando después de 40 años la música de ésta generación ha sido redescubierta concitando la atención mundial.
Demoler" narra los cimientos del rock nacional desde 1957 hasta 1975 y en el, se encuentra registrada la más diversa, colorida y exquisita información que los propios artistas de la época, fueron despachando a través de entrevistas que Torres Rotondo fue recopilando periódicamente hasta sumergirse entero en la elaboración del libro -que dicho sea de paso- fue escrito en un período personal muy dificil que tuvo que afrontar durante su estadía en España. Ironizando un poco el tema, dijo que se trataba de un "esquizolibro".
En otro pasaje de la presentación Roman Palacios halagó el trabajo minucioso del escritor y no escatimó en destapar controversia al expresar su inconformidad por la manera como había sido abordado el tema de Los Yorks en un anterior libro (de otro autor) sobre los orígenes del rock nacional. Palacios sostuvo que no se le hizo consulta ni entrevista alguna a ningun miembro de Los Yorks en referencia a que los trajes que usaban, según cosigna dicha publicación, habían sido confeccionados con mantel de mesa.
Palacios explicó que no era cierto y que esos trajes habían sido confeccionados primero en Gamarra y después en una de las tiendas de telas más exclusivas del Jirón de La Unión, además, sostuvo que se trató de una maña para menospreciar a Los Yorks en la que el autor se coludió con un "informante" que al parecer, según dejó entrever, se trata de otro músico pero de una banda rival de la época.
Fiel a su espíritu controversial Palacios respaldó la postura contestataria del rock n roll frente al sistema e incluso hizo mención a una frase que le quedó grabada a Torres Rotondo; "nosotros nos tirábamos a nuestras guitarras".
Por su parte, Saúl Cornejo, empezó su speech parafraseando el lema de Los Yorks, "en cambio, nosotros les hacíamos el amor a las guitarras". El fundador de New Juggler Sound, Laghonia y We All Togehter dijo que en esa época había un respeto mutuo entre los músicos y que aquellos tiempos comparados con los de hoy eran de absoluta inocencia, también manifestó que la motivación de cantar en inglés era por que querían que su música se escuchara más allá de las fronteras.
Al finalizar la presentación Carlos Torres Rotondo saludó a Pancho Guevara, baterista de Los Saicos, quien se levantó de su asiento para saludar a los presentes llevándose estruendosas palmas de reconocimiento por parte de músicos, periodistas, seguidores, adultos y adolescentes que se encontraban entre el público. En seguida, invitó a todos los músicos presentes en la sala para que se acerquen a la mesa de conducción desatándose un emotivo momento "kodak" de antología, en la que se ven reunidos músicos de Laghonia, Los Saicos, Pax, The Mads, Los Yorks, Telegraph Avenue, entre otros.
El libro trae consigo un CD editado por el sello Repsychled que recopila grandes éxitos de bandas de esas épocas.

jueves, 10 de diciembre de 2009

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Jueves 10. Presentación de DEMOLER, de Carlos Torres Rotondo


Este jueves 10, a las 8 y 30 de la noche, en el auditorio Julio Ramón Ribeyro la Feria del Libro Ricardo Palma (vértice del Museo de la Nación), se presentará el exitoso libro DEMOLER (Revuelta Editores, 2009), de Carlos Torres Rotondo.

Los comentarios estarán a cargo de los legendarios rockeros Román Palacios (Yorks) y Saúl Cornejo (Laghonia, We All Together, New Juggler Sound).

domingo, 6 de diciembre de 2009

Presentación de TRAMPAS PARA INCAUTOS, de Yeniva Fernández


Este miércoles 9, en el marco de la Feria del Libro Ricardo Palma, se presentará el libro de cuentos TRAMPAS PARA INCAUTOS, de la narradora Yeniva Fernández.

Los encargados de comentar esta publicación, serán los escritores Jorge Harten, Sebastián Pimentel e Iván Thays.
La cita es a las 5 y 30 de la tarde en la sala Los geniecillos dominicales.

jueves, 26 de noviembre de 2009

José Carlos Banda sobre DEMOLER - El Hablador (Bitácora)


Si una novela puede obtener su correlato en un filme de ficción, Demoler busca ser el correlato de un filme documental. Bajo la advertencia de una mirada netamente subjetiva, el autor busca hacer un recuento de ese periodo olvidado en el que el Perú se convirtió en una potencia del rock. De antemano debemos advertirle al lector que tras terminar de leer este libro es probable que reclame con impaciencia la salida al mercado de su banda sonora.

Antes de partir, el autor se encarga de prepararnos para comprender mejor este viaje. Lo primer que hace es situarse a sí mismo como un ex miembro de la escena subte que se formó alrededor de la “jato hardcore”, en el Barranco de fines de los 80. De este modo, podemos entender a Torres Rotondo como un ex militante que guiado por la pasión (porque para hacer esto hay que tener bastante pasión) anda en busca de los precursores de este movimiento. El siguiente paso es aproximarnos a una serie de factores sociales y políticos que desembocaron en el surgimiento de lo que hoy conocemos como el rock. Finalmente el autor traza los lazos entre este fenómeno anglosajón y Latinoamérica, para así poder concentrarse en nuestro país.
Lo que sigue no es solo una mera acumulación de datos biográficos sobre, tal vez, todas las bandas nacionales del periodo que supieron dejar algún tipo de rastro. En vez de ello, estamos ante el esbozo de interpretación de una mega historia, elaborado a partir de varios casos específicos donde se repite un elemento común.
Cada uno de los capítulos, que van a estar dedicados a una banda en particular, van a ser elaborados a partir de retazos de información, combinados con recuerdos de los propios actores que en muchos casos van a gozar de todo menos de objetividad. Entonces, de la dificultad para reconstruir esta historia inferimos una característica decisiva para la primera escena del rock nacional: la falta de profesionalismo, el no tomarse las cosas en serio, un mal del que padecemos frecuentemente. He ahí también la importancia de la labor de Torres Rotondo para no simplemente recopilar datos o testimonios, sino también hacer una interpretación de los mismos. Si hay algo que reclamarle a los rockeros peruanos de la época es que se contentaron con tomar la música como un pasatiempo, y precisamente esa falta de profesionalismo, junto a algunas otras adversidades más (la dictadura de Velasco expulsando del país a Santana es algo que vuelve constantemente sobre nosotros) fueron el factor desencadenante para que estos años de buena música terminaran en el olvido.
Resumir la totalidad de bandas abarcadas sería un trabajo obsoleto. Solo debo aclarar que aquí hay de todo. Desde los conocidos Shains y los glorificados Saicos, hasta los bastante olvidados Mads o los charapas Teddys. Este libro busca abarcar tres corrientes. La primera es el rock y la nueva ola (aclaremos de una vez que ambos estilos provienen de una misma estirpe y por ello no es extraño que, tal como ocurría en la realidad, se hable a la vez de Jimmy Santy y de Pablo Luna, el vocalista de los Yorks, que fue algo así como la versión nacional de Iggy Pop). Las demás son la psicodelia y el hard rock, y la fusión y la cumbia.
A lo largo de estas páginas la pasión del autor nos contagia a sumergirnos en este tiempo donde los rockeros peruanos se codeaban con bandas tan grandes como los Rolling Stones. Si esto les suena poco verosímil, ahí está la anécdota en que Mick Jagger y Keith Richards vieron tocar a los “Mads” en el mítico Galaxy y los invitaron a Inglaterra para que sean sus teloneros en algunos conciertos. Incluso estuvieron a punto de tocar con Hendrix y con The Who en el Festival de Wight. Para el público local esta clase de historias son bastante conocidas, sino habría que recordar los grandes momentos de gloria del “cholo” Sotil en el Barcelona.
Por otro lado, si bien el trabajo de Torres Rotondo no es pionero en lo que se refiere al rock en el Perú, es un trabajo monumental para esclarecer todo un panorama sobre el periodo. Además, Demoler surge en un momento en que los peruanos estamos redescubriendo el Perú. En un momento en que a través de cosas tan dispares como nuestra comida, el “loco” Vargas, Machu Picchu, o Sofia Mulanovich, el Perú se ha puesto de moda (y no solo para los peruanos), Demoler está próximo a convertirse en otro eslogan para Promperú. No nos debería llamar la atención, entonces, que este periodo glorioso del rock nacional haya permanecido oculto tanto tiempo y que precisamente ahora haya salido a la luz.
Es cierto que para una élite subte algunas de las bandas mencionadas en este libro han sido música de todos los días. Pero las pocas y bastante malas (en la mayoría de casos) grabaciones que ellos poseen han contribuido a crear un mito ficticio sobre el cual se habla mucho y se conoce poco. Ahí recae la importancia de un libro como Demoler. Ahora, gracias a esta nueva perspectiva que busca abarcar toda la escena, podemos obtener una idea clara de lo que fue esta prehistórica movida, de la que ni sus propios miembros tuvieron una clara noción.
Antes de terminar me gustaría sugerir un método de lectura para este libro que resulta quizá bastante descabellado. Propongo que leamos Demoler como un libro de cuentos, en vez de como una narración documental. No solo las estrategias narrativas del autor, sino también la propia temática, nos impulsan a ver cada capitulo como una apasionante historia donde lo que subyace es el fracaso. Cada banda posee una historia que para un peruano desinformado en la materia es increíblemente inverosímil o ficticia (no muchos conocen la gloria de Los Saicos, las peripecias de Los Mads por Europa, la gira internacional de Traffic Sound, el apogeo de las bandas locales tanto en radio como en televisión, la existencia de una verdadera comunidad hippie en Barranco, “El show de los York´s” transmitido por canal 13, etc.). Pese a las distancias entre cada uno de estos, digamos “cuentos”, tenemos la idea general del rotundo fracaso, que a su vez trajo consigo el inminente olvido total.
Esta clase de lectura puede complementar la autodenominación del autor sobre su propio trabajo como una “investigación literaria”, ya que Demoler, de manera objetiva, tiene más de investigación que de literaria. Este problema se remite a la larga discusión sobre cómo entender lo literario, sobre la cual no quiero explayarme. Solo pretendo sugerir que en este caso corremos el riesgo de que lo literario suponga más una acumulación de referencias, que algún tipo de estilización del lenguaje (que se debe reconocer que sí existe en el libro).
Concluyamos diciendo que para quienes están al tanto de lo que ocurrió en esta época de gloria, Demoler es una herramienta clave para obtener una visión panorámica y ordenada. Para quienes no conocen ni a los Shains, ni a los Saicos, ni a los Yorks, el libro puede cambiarles totalmente su manera de ver el rock nacional. Y para aquellos que no les interesa la música, Demoler es un interesante trabajo de investigación histórica, social y, por qué no, literaria, que vale la pena tomar en cuenta.
Publicado en el blog El Hablador

miércoles, 25 de noviembre de 2009

THE CURE EN HUANCAYO. Entrevista a Ulises Gutiérrez - Diario Correo



Por: Jaime Bravo
El escritor Ulises Gutiérrez (Colcabamba, 1969), estuvo en nuestra ciudad para presentar su libro de relatos "The cure en Huancayo", en el marco de la Primera Feria de Libro Zona Huancayo (FELIZH).

CORREO: ¿Como así decides estudiar literatura siendo ingeniero?
ULISES GUTIERREZ: Esa manía de contar cuentos, para mí particularmente me vino desde pequeño, seguramente la culpa la tiene mi abuelo, cuando yo era niño no dejaba de contarme cuentos fantásticos. En realidad todos los serranos tenemos una especie de obsesión con el cuento sobre todo con los fantásticos. A estas alturas de mi vida, no sé por qué elegí la ingeniería, pero ahí estoy.
C: ¿Consideras que la mayor parte de los cuentos del libro son autobiográficos?
UG: Es inevitable mezclar tu experiencia a la hora de escribir, mucho de eso está basado en mi propia experiencia, pero también en realidad está basado en lo que han contado mis amigos, en lo que oído y lo que leído. Uno creo que escribe no solamente sobre las cosas que le pasan sino sobre las cosas que ojalá le pasaran.
C: Algunos cuentos del libro también nos acercan a la violencia interna�
UG: Yo he vivido en Huancayo hasta los 18 años, y me ha tocado vivir mi adolescencia una época dura en nuestro país, particularmente en la sierra central, hemos sido testigos de la guerra interna. El cuento "The cure en Huancayo", es una alegoría más bien a la esperanza, donde yo quería jugar un poco esa idea de cómo vivir en un mundo de violencia, donde no podemos dejar de ser humanos y de soñar.
C: ¿Cómo ves desde afuera Colcabamba, tu tierra natal?
UG: He vivido en Colcabamba hasta los once años, como un animal salvaje, recuerdo mi niñez en una felicidad total. Luego he vuelto a ir el año pasado para Santiago y ya no es nada de lo que era en mi niñez.
Publicado en el diario Correo - Huancayo

viernes, 25 de septiembre de 2009

jueves, 10 de septiembre de 2009

Sábado 12. Carlos Torres Rotondo en Radio Ovación

Este sábado 12, a las diez de la noche, Carlos Torres Rotondo será entrevistado durante dos horas en el programa Fusión Latina de Radio Ovación (620 AM), el cual es conducido por el ex York Román Palacios. Disertarán sobre DEMOLER al ritmo de la buena música de la primera escena del rock nacional.

martes, 8 de septiembre de 2009

DEMOLER. Entrevista a Carlos Torres Rotondo (Diario Correo)

ENTREVISTA A CARLOS TORRES ROTONDO
Genealogía del rock
LIMA
carlos m. Sotomayor
Entre los años 1967 y 1975 hubo una escena musical pródiga en virtuosismo. Bandas como Los saicos, Tarkus, Traffic Sound, Telegraph Avenue, El Polen, entre otras, no sólo demostrarían su calidad sonora sino que se convertirían en indudables precursores de lo que podría llamarse rock peruano. Carlos Torres Rotondo, luego de años de investigación, nos entrega Demoler, un libro que rescata del olvido aquella primigenia escena.
Correo: Todo empieza, tengo entendido, cuando llegan a tus manos y oídos un par de cassettes, grabaciones de grupos de rock de los sesenta...
Carlos Torres Rotondo: Sí, llegaron un par de cassettes a mis manos y fue la primera vez que escuché rock peruano de esa época. Y realmente quedé impresionado. Quedé impresionado, además, porque mi padre había sido bajista de varias bandas en los años sesenta. Y yo había sido activista de la movida hardcore de los 80, pero la gente de mi generación, incluido yo, ignoraba absolutamente todo. Entonces, buscar qué fue lo que sucedió con la primera época del rock en el Perú se convirtió en un asunto personal. Era como buscar mi pasado.
C: ¿Cuánto duró la investigación?
CTR: Duró algunos años. La primera parte de la investigación fue bibliográfica. Fue encerrarme en hemerotecas. Pero encontré muy poco, entonces comencé una investigación en base a entrevistas con los propios protagonistas. Allí empecé a formarme un mapa de los principales grupos. Pero más que la investigación, lo que más trabajo me costó fue la escritura y la propuesta general del libro.
C: Has señalado que la escritura de Demoler tiene la influencia del género policial...
CTR: Sí, tiene influencia del cine, de la novela gráfica. Tiene influencia del policial en cuanto al tono. El policial es básicamente una de las tradiciones que a mí más me gustan. Pero también quería poner fotos con una funcionalidad narrativa en el libro para que el lector se imaginara la cara de los protagonistas cuando leyera las escenas que se narran.
C: En el libro marcas como punto de partida el año 1957. ¿Allí comienza la historia del rock peruano?
CTR: Comienza con tres fenómenos paralelos que se dan a principios de 1957: la edición de los 45 de Mike Oliver, seudónimo de Miguel Olivera, considerado el Bill Haley peruano, porque tocaba covers de él. La edición del mini LP de Los millonarios del jazz. Y, además, en 1957 aparecen varios discos compilados hechos por orquestas que tocan música latina donde se incorporan algunas canciones a ritmo de rock.
C: En 1975 hay un corte abrupto... ¿Qué ocurrió realmente?
CTR: Hay varios factores. Hay un factor global que es el agotamiento generacional. Hay un factor nacional que es el hecho de que Velasco haya prohibido las matinales, las importaciones. Había una política nacionalista que veía al rock como algo alienante. Y también hay un fenómeno plenamente peruano que es el hecho de que surge la cumbia, que reemplaza al rock como principal referente de la música urbano-juvenil a comienzos de los años setenta.
C: En los 80 surge una escena musical que no tenía conocimiento de lo que hubo antes, una escena, diríamos, sin tradición...
CTR: Sí, era una escena sin tradición. Yo entré a la escena por el año 86 o 87 y, claro, nosotros éramos los primeros en el mundo. Y además existía el cliché de que la primera escena en el Perú sólo había hecho covers y sólo cantaba en inglés. Lo cual es falso, había grupos como Los saicos, Tarkus, El Polen... El Polen, incluso, cantaba en quechua temas propios.
Publicado en el diario Correo

domingo, 6 de septiembre de 2009

DEMOLER. Entrevista a Carlos Torres Rotondo en La Mula


El pasado jueves 3 tuvo lugar en la librería del Fondo Editorial PUCP la primera presentación de DEMOLER. Fue una reunión bastante emotiva, en la que se contó con la presencia de algunos músicos de la primera escena rockera peruana, como Walo Carrillo, Luis "El Chacal" Allison y los ex York´s Román Palacios, Jesús Vílchez y Roberto Aguilar.

La entrevista fue realizada por Jonathan Castro para el colectivo La Mula, de la red científica peruana.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

DEMOLER. Presentación en la Feria del Libro PUCP

Este jueves 3 Carlos Torres Rotondo estará presentando la biblia del rock peruano, DEMOLER, en la Feria del Libro PUCP. Los comentarios estarán a cargo de Francisco Melgar Wong, escritor y tecladista de Los Protones, y Walo Carrillo, legendario baterista de Los Holy´s (primera banda psicodélica), Telegraph Avenue (primera banda hippie) y Tarkus (primera banda de hard rock).
La cita es a las 3 de la tarde.

martes, 1 de septiembre de 2009

sábado, 29 de agosto de 2009

Augusto Rubio Acosta sobre DEMOLER (en Marea Cultural)

The Wonder Years
El último fin de semana un par de medios escritos dedicaron líneas y páginas a "Demoler. Un viaje personal por la primera escena del rock en el Perú (1957-1975)", el libro de Carlos Torres Rotondo que ha aparecido publicado bajo el sello Revuelta. Leí que el volumen era un documento definitivo sobre el rock nacional y que había sacado del olvido a muchas bandas importantes que incluso influenciaron a personajes de la música como Rob Younger, vocalista de Radio Birdman. El fin de semana pude acceder a la portada del libro gracias a los links que algunas amistades comparten con este blogger vía Twitter y empecé a ver el asunto con marcado interés, sobre todo teniendo en cuenta que estaría en Lima varios días de esta semana que aún no termina.

Los Saicos, Los Shain’s, Los Belking’s, Laghonia, Telegraph Avenue, Tarkus, El Polen... Las bandas que forjaron la leyenda del rock de los años sesenta y setenta (con fotografías, anexos y detalles a la mano) ahora estaban a mi alcance y para eso se habían utilizado técnicas narrativas provenientes del periodismo, la historiografía y las ciencias sociales. Un documental que no quería perderme. Por eso, cuando conversé con el autor y las preguntas se sucedieron unas a otras (entrevista en vídeo de 25 minutos de duración disponible en unas horas), comprendí por qué la atmósfera creativa de aquéllos lejanos y primigenios años de la escena peruana se ha proyectado hasta nuestros días con su cuota de originalidad, rebelión e innovación propias de la contracultura.
Publicado en Marea Cultural

viernes, 28 de agosto de 2009

DEMOLER. Dos entrevistas anticipadas (El Peruano - Phantom Magazine)


La primera entrevista, de Ernesto Carlín (El Peruano) fue publicada en febrero o marzo. La segunda, de Paola Miglio Rossi (Phantom Magazine), en diciembre del año pasado.

Entrevista en El Peruano – Ernesto Carlín

En el recordado blog Zona de Noticias aparecieron hace un tiempo unas interesantes crónicas sobre el rock peruano. El autor de esos textos, el escritor Carlos Torres, está a punto de publicar Demoler. Un viaje personal por la primera escena del rock en el Perú. 1957-1975.

¿Por qué le interesaste en la historia del rock peruano habiendo otros movimientos musicales más arraigados?

Esta investigación no me la ha pagado nadie. La he hecho porque me ha gustado. La primera escena del rock en el Perú es una escena de un altísimo nivel musical. Eso es algo reconocido internacionalmente, pero recién se está tomando en cuenta aquí por un círculo muy pequeño. Gran parte de los problemas que hubo en los ochenta y sigue habiendo es la falta de una tradición roquera sistematizada. Si no tienes una tradición, no puedes dialogar con ella. Para responderte rápido, por qué rock y no chicha, es que a mí me gusta el rock.

¿La chicha se la deja a su hermano, el sociólogo Santiago Alfaro Rotondo?

Mi hermano está más interesado en eso. A mí también me interesa como género, pero no hasta el punto que sí me interesa el rock.

¿A qué le atribuye que se haya ignorado tanto tiempo a la sicodelia peruana?

Es que sí le han hecho caso. Ha habido reediciones en Estados Unidos, Europa, pero no aquí. ¿Por qué no le han hecho caso? En primer lugar, hubo un hiato fuerte entre el 75 y el 83, un periodo de pausa en el que el rock volvió a las catacumbas. En los ochenta no hubo una continuidad. Fue algo que se ha ido descubriendo poco a poco.

Se dice que por Velasco se murió el rock peruano en los setenta.

Es una verdad parcial. Pero también en el mundo hubo un agotamiento de la contracultura clásica como generación. En parte, también es que los músicos que estaban acostumbrados al apoyo de las disqueras y la televisión se quedaron solos, y no tenían una cultura de “hazlo tú mismo”. Pocos tomaron la música como carrera.

¿Es falso que el rock en el Perú haya sido de elite al inicio?

Los primeros grupos roqueros en el Perú surgen en el Callao y Miraflores en el 57. Luego, en el 65, cuando empieza a crearse un circuito surge en distritos como Lince, Pueblo Libre, Jesús María, barrios por el estilo, más Miraflores. Ahora bien, había grupos de una clase social alta, Mads, Traffic Sound, como otros que venían de sectores populares. El más emblemático es el de los Yorks, gente del Rímac, La Victoria, etc. Es más, el cantante es pescador de Ancón y obrero de la fábrica Nicolini. El rock recorrió desde la clase media alta a la media baja, pero al final hubo elitismo por lo que al final desaparece.

¿Es chauvinismo decir que Los Saicos son los padres del punk?

Los Saicos tienen un sonido similar que salen ese mismo año y que están distreibuidos alrededor del mundo. Los Seeds en Los Ángeles, los Monks de Hamburgo, los Sonics de Seattle y Los Saicos de Lince, son grupos que en el año 65 que sin haberse escuchado entre si, tienen un sonido más crudo, más garajero. Los Saicos no son creadores del punk porque el punk es una etiqueta. Este grupo es la gran excepción de haber tenido una influencia permanente debido a la escena subterránea.

Dato
Su padre Carlos Torres Requena fue músico del mítico grupo sesentero Dr. Wheat.

Algo más
El libro Demoler. Un viaje personal por la primera escena del rock en el Perú. 1975-1975, vendrá acompañado de un cd con temas de la época.

Sumilla
Carlos Torres Rotondo es también autor de la novela Nuestros años salvajes.

Entrevista en Phantom Magazine – Paola Miglio Rossi

Carlos Torres Rotondo
La clave del rock peruano

Entre 1957 y 1975 en Perú se generó la que quizá haya sido la escena rockera más arriesgada e ignorada América Latina. Los grupos grababan discos, salían de gira en el país y fuera, eran aplaudidos y reconocidos. Carlos Torres Rotondo se ha dedicado a recopilar pieza por pieza. Su libro La Historia del Rock Peruano (1957 y 1975) teje, de manera diestra e impecable, la historia del rock peruano. Su despertar, su comienzo, su evolución hasta el momento clave en el cual todo se detiene. En 1975 la el rock en el Perú enmudeció. Fueron las bandas de rock subterráneo y los músicos de pop en castellano quienes en 1983 refundaron la escena, desconociendo casi por completo lo hecho antes.

En 1957 salieron a la venta las primeras grabaciones de rock peruano (el miniplay de Los Millonarios del Jazz y los 45s de Mike Oliver). En 1965 los Saicos inventaron el punk junto con otros grupos del planeta. En 1966 Los Belkings iniciaron un camino instrumental que los llevaría a un sonido que es a la vez surf, jazz, latin soul, cumbia y que algunos han llamado proto lounge. Y en 1967 Los York´s y Jean Paul el Troglodita destrozaron salvajemente los escenarios y las consciencias e introdujeron por primera vez en la música peruana una actitud individualista, ambigua y provocadora.

La historia recién comenzaba. Año a año se fue nutriendo de más músicos y bandas que lograron despertar el hambre musical de más de una generación. El investigador y literato Carlos Torres Rotondo decidió contar esta desconocida faceta de nuestra música en detalle y acaba de lanzar un libro que se convierte en una caja de herramientas metodológicas, una película de género documental, una base de datos o una novela con referentes reales. “El lector puede elegir la perspectiva conforme a sus intereses. Lo único que quisiera es que se lea críticamente y que la gente se interese por el tema y empiece a investigar por su cuenta. Ya lo decía Camus: ´la tradición no se hereda, más bien se conquista´”, indica Torres Rotondo.

¿Cómo ha sido el proceso de investigación? ¿Con quienes te contactaste?

Empecé a escuchar la música que grabó la primera escena del rock en el Perú en 1999. Al año siguiente empecé a hacer entrevistas y a encerrarme en hemerotecas para revisar los periódicos y las revistas de ese entonces. Como mi padre era un músico de la época, su nombre me abrió varias puertas. Continué la investigación en Lima durante dos años y luego me fui a vivir a Madrid. Ahí colaboré en la reedición y en los textos de los discos que salieron en España de New Juggler Sound, Los Holys, Nilo Espinoza, Los Yorks y otras bandas peruanas de la época. Esa relación con la arqueología discográfica me permitió conversar por chat o teléfono con los músicos que me faltaba entrevistar. En 2003 me encerré durante varios meses para escribir un borrador. Lo dejé descansar y pasé tres años reescribiendo el manuscrito hasta que llegué al ritmo que creo que merecía una historia como esta. Son casi 10 años los que he vivido reconstruyendo los años sesenta.

¿Descubriste secretos turbios en todo este proceso? ¿Cómo se presentaba el círculo de rockeros, productores… peruanos?

Muchos: productores que metían cabeza, líos de drogas, cárcel y un largo etc. En el libro solo he puesto lo que los mismos músicos me han autorizado difundir, el resto me lo he guardado por respeto a la intimidad de los protagonistas.

¿Qué es lo que más te ha sorprendido en tu investigación?

El nivel musical alcanzado por las principales bandas, hecho que contrasta con el olvido absoluto al que han pasado los héroes (nunca mejor dicho) de esta historia.

Me comentabas que hay un gran gap en el rock peruano después de mediados de los setenta, ¿a qué se debe? ¿Se explica en parte por el contexto que vivía el país?

En los sesenta los grupos salían en la radio, en la televisión a la hora del almuerzo, hacían giras nacionales, grababan discos y algunos se vendían bastante, pero todo acabó repentinamente, tanto así que mi generación, la que empezó a rockear en los ochenta, desconocía por completo lo que habían hecho nuestros padres. Era como si un archipiélago de silencio separara a las generaciones. En todo caso, los músicos de la primera escena del rock en el Perú no conocieron el Do It Yourself, filosofía autogestionaria que recién llega al Perú con la movida subterránea en 1985; eso y las consecuencias de la revolución nacionalista del general Velasco hicieron que, parafraseando la canción, no quedara huella. Por otro lado, a fines de los sesenta la cumbia comienzó a reemplazar al rock como música urbana emblemática, lo cual tiene que ver con procesos sociales mayores. Paralelamente, la generación de los sesenta (lo que Timothy Leary llama la contracultura clásica) muestra signos de agotamiento. En la segunda mitad de los setenta toda Latinoamérica es un desierto de dictaduras de derecha. De las ruinas sale el punk y un renacimiento del rock, esta vez hecho en castellano, conquistando el imaginario generacional a partir de 1985. Claro que los sucesos de la historia oficial tienen que ver con los pequeños sucesos de la historia de la música.

¿Qué viene en los ochenta? Se presentan varias tendencias, habiendo analizado todo lo que ocurrió antes, ¿por qué crees que no se produce una continuación, mejora y evolución?

Los hitos del resurgimiento del rock en el Perú en la primera mitad de los ochenta fueron la creación de una movida subterránea y el boom del rock en español. La nueva generación carecía de base, no solo por el hecho de que la mayoría de músicos no sabía tocar, sino porque no había una infraestructura empresarial y, peor aún, educativa. En los ochenta tuvimos que rockear rabiosamente desde cero, sin tradición y no futuro.

Tuvimos y tenemos gran cantidad de grupos que hacen buen rock, ¿cuál crees que ha sido el elemento clave que faltó y falta para el despegue?

En los últimos años se ha mejorado a nivel profesional, poco a poco recuperaremos la inspiración. No creo que pueda hablar del futuro del rock nacional, nadie puede hacerlo, en realidad, pero yo aún menos, porque he gastado toda mi energía en la arqueología y he descuidado por completo el presente, el estar al día con los nuevos lanzamientos. Sin embargo, soy optimista. Poco a poco estamos conociendo nuestra tradición y ya se está contando con una mayor infraestructura empresarial. Lo que sobra es talento. En lo que hay que trabajar, en todo caso, es en la educación del público, en hacerlo un consumidor más exigente.

¿Crees que los peruanos apreciamos nuestra música?

Se aprecia lo que se conoce. Los que conocen nuestra tradición musical la aprecian mucho. Los que no, se contentan con lo que escuchan, es a ese público hacia el que hay que dirigir los esfuerzos.

SUMILLAS

En 1968 Traffic Sound inició un viaje psicodélico y de fusión durante una época de convulsión social, de legítimas voluntades de insurrección y de presiones oligárquicas. En 1969 los Mad´s viajaron a Inglaterra invitados por los Rolling Stones. En 1970, solo para concentrarnos en un año, Pax fue el primer supergrupo de hardrock, el Polen fusionó por primera vez música andina con rock ácido y contagió con su espíritu hippie a Los Jaivas en Chile, Arco Iris en Argentina y Génesis en Colombia. También estaba el funky latino de los Black Sugar y de Nilo Espinoza, el latin acid rock soul personalísimo de Telegraph Avenue y un largo etcétera. Carlos Torres Rotondo

No creo que pueda hablar del futuro del rock nacional, nadie puede hacerlo, en realidad, pero yo aún menos, porque he gastado toda mi energía en la arqueología y he descuidado por completo el presente, el estar al día con los nuevos lanzamientos. Sin embargo, soy optimista. Carlos Torres Rotondo

jueves, 27 de agosto de 2009

Gerardo Manuel sobre DEMOLER (Disco Club - Blogs El Comercio)


Este mes de agosto se muestra felizmente muy movido para la escena del rock nacional, no solo por la cantidad de eventos preparados para celebraciones de aniversarios de lugares tan queridos como Arequipa, Tacna y otros, sino también porque en la programación de esos eventos se han incluido artistas que cultivan el género nacidos en casa. Pero al margen de estos eventos ya tradicionales, vamos a tener uno muy especial este viernes 28 en el Gran Parque de Lima, una jornada que contará con la presencia de tantos grupos como sea posible. El evento llamado “25 años de Rock Nacional” es solamente el punto de partida para un proyecto mucho mayor que se realizará próximamente y que abarcará los más de 50 años que conforman la historia completa del género más popular de nuestro tiempo en nuestras tierras.

Podremos disfrutar de esta reunión gracias a la iniciativa de Apdayc, una institución que ha sufrido una serie de vaivenes en los últimos años respecto a su credibilidad y estabilidad, pero con la constancia de sus directivos y el apoyo de sus miembros ha sabido capear el temporal, mostrándose como una entidad respetable y que realmente hace su labor --que es tan difícil-- con verdadera eficacia. Ellos han reunido este staff de rockeros peruanos para rendir tributo a los compositores locales que a través de los últimos 25 años nos han traído canciones cuya trascendencia ha desbordado nuestras fronteras. No voy a decir nombres en especial porque, en verdad, todos se merecen estar en una lista de honor.

Creo que es obligatorio que todos estemos allí para alentar a los nuestros y poder conseguir una unión que demuestre que vale la pena esperar por el evento mayor. La otra parte de la celebración para el rock peruano proviene del lanzamiento de un trabajo escrito que reivindica la otra mitad del rock peruano.

Cuando en 1970 surge por casualidad la oportunidad de formar El Humo, nunca imaginé que ese aroma creativo enviaría sus raíces y efluvios de manera que perdurasen en el tiempo hasta nuestros días, y hoy puedo compartir con ustedes esta sensación gracias al impecable trabajo de un joven escritor y trabajador de la pluma como Carlos Torres Rotondo, cuyo “Demoler” acaba de ser editado y es definitivamente el documento que faltaba para reivindicar aquellos primeros momentos del movimiento rock en el país ocurridos entre 1957 y 1975.

Carlos nació en Lima en 1973 y tengo la satisfacción de conocerlo desde muy pequeño porque su padre, conocido como “El oso”, también estuvo involucrado en ese extenso club llamado El Humo (grabó con nosotros el segundo y el tercer álbum (“Machu Picchu 2000” y “¿Quién es el mayor?”) y también fue integrante de una de las grandes bandas surgidas en los años 70 llamada Dr. Wheat. Carlitos es de formación autodidacta pero licenciado en Ciencias de la Comunicación y con estudios de Literatura. Ha trabajado en periodismo, docencia y producción musical. Su primera novela la publicó en el 2001 y se llamó “Nuestros años salvajes”. La inquietud de buscar nuevos horizontes lo llevó a España, donde siguió cursos de posgrado y continuó elaborando su obra.

“Demoler” nos cuenta la historia de la escena rockera peruana que se desarrolló entre mediados de los 60 y principios de los 70 y en la cual se hizo la música más innovadora, original y a la vez olvidada en America Latina. Grupos como Los Saicos, Los Shain’s, Pepper Smelter, Los Belkings, Jean Paul “El Troglodita”, Los Yorks, Laghonia, Traffic Sound, Los Mads, Telegraph Ave., Pax, El Polen, Black Sugar y muchas otras bandas fueron la respuesta nacional a una rebelión juvenil a escala global.

Con este libro se narra la historia intentando romper un injusto silencio en torno a uno de los momentos cumbres de la contracultura en la región. Creo que es un libro definitivo para que las nuevas generaciones se sientan orgullosas de su pasado musical.

Publicado en Disco Club (Blogs El Comercio)

domingo, 23 de agosto de 2009

DEMOLER. Entrevista a Carlos Torres Rotondo en El Dominical (El Comercio)


MÚSICA

Magia en la periferia

Por: Diego Otero

Justo antes de partir a España, asfixiado por la grisura limeña, el escritor Carlos Torres Rotondo (Lima, 1973) recibió un par de caset de noventa minutos en los que se desplegaba el sonido de algunas de las bandas más importantes de la primera escena rockera limeña: Los Saicos, claro, pero también Los Shain’s, Los Belking’s, Laghonia, Telegraph Avenue, etcétera. El efecto fue letal e inmediato: nunca más pudo sacarse de la cabeza ese puñado de canciones; esos sonidos que desde entonces no dudó en calificar de brillantes.

Pocos años después, afincado ya en Madrid, Torres Rotondo volvía a esos caset como quien vuelve a los orígenes de su historia: a su genealogía. Su genealogía como limeño y como obstinado oyente de rock, pero también de un modo más concreto, como hijo de Carlos “Oso” Torres Requena, uno de los bajistas más importantes de dicha escena. ¿Pero, por qué recién a los veintitantos, lejos del país, escuchaba la fuerza de esos grupos?, ¿cómo era posible que nadie en Lima le hubiera contado qué pasó con estos precursores? Escribir el libro, entonces, se convirtió en una urgencia personal.

Hoy día, con el libro finalmente publicado, una cosa es clara para Torres Rotondo: relatar la historia de la primera escena del rock peruano es intentar conocer una zona valiosa y singular de nuestro pasado más reciente; una zona que diversos factores han sumergido en la sombra. En “El corto verano de la anarquía”, el poeta y novelista alemán Hans Magnus Enzensberger dice que la historia es siempre una ficción colectiva, y por eso Torres Rotondo ha construido un relato que tiene el ímpetu de una novela, pero que responde al estricto testimonio de los propios músicos.

En “Demoler” combinas técnicas narrativas, de periodismo, de historiografía y de ciencias sociales, casi a la manera de un documentalista

Siempre supe que tenía que relatarse en forma de libro. Es muy difícil que alguien pueda hacer un trabajo audiovisual con este material porque cuando entra Velasco al gobierno, Telecentro, la entidad encargada de la televisión, reutiliza las cintas que contenían performances de todos estos grupos de rock.

¿Bajo qué criterios decides centrar el espectro del relato en los años 57-75?

Al comienzo quería hacer un libro sobre el rock peruano que echara una mirada totalizadora, pero luego me di cuenta de que entre los años 75 y 83 se produce un hiato que lleva a nuestro rock a las catacumbas, y que para relatar eso habría tenido que recurrir a metodologías más complejas o trabajosas. Además, claro, la diferencia en términos cualitativos es abismal. El nivel de la primera escena es mucho más alto.

¿Tan notoria es esa diferencia? ¿Te parece verdad ese mito que dice que la escena peruana de los sesenta es la mejor de Latinoamérica?

No, me parece un comentario más bien chauvinista. Hay bandas interesantes en varios países de América Latina, pero como conjunto sí fue una de las más fuertes. Brasil y Uruguay también lo fueron, desde luego. Pero para poder hablar de estas cosas necesitamos que la historia exista. Toda sociedad necesita una historia del espectáculo y de la ideología que lo sustenta. En ese sentido “Demoler” es parte de una arqueología del saber, para usar la expresión de Foucault.

Cada uno de los capítulos de “Demoler” cuenta la historia de una banda, desde su formación hasta su eclipse. Y como disolver un proyecto para luego reaparecer en otro ha sido práctica habitual entre los músicos de rock, algunos personajes de este relato se entrecruzan y generan una trama narrativa sugerente, que siempre parece espontánea.

¿Qué llevó a una escena tan diversa y vigorosa a la extinción y al olvido?

Hubo varios factores, pero el principal quizá fue esa especie de agotamiento generacional en un nivel global. En ese sentido yo creo que hubo un combate desde el poder, desde arriba, en todo el mundo. Ya por el 73, con la crisis del petróleo, toda la movida hippie, todo lo que Timothy Leary llama la contracultura clásica, entra en decadencia, hasta que empieza un nuevo ciclo, con una nueva posta generacional, en 1975. La historia del rock es una historia de hiatos, de picos y decadencias.

Entrevista publicada en El Dominical. Imagen de CTR tomada de aquí.

sábado, 22 de agosto de 2009

DEMOLER. Entrevista a Carlos Torres Rotondo en Luces (El Comercio)

El rock peruano como literatura
“DEMOLER. UN VIAJE PERSONAL POR LA PRIMERA ESCENA DEL ROCK EN EL PERÚ 1957-1975” ES EL SEGUNDO LIBRO DE CARLOS TORRES ROTONDO. UN DOCUMENTO DEFINITIVO SOBRE EL ROCK NACIONAL
Por: Francisco Melgar Wong
La historia que se relata en tu libro empieza en 1957 y acaba en 1975. ¿Por qué no quisiste investigar lo que ocurrió después, en la escena de los años ochenta?
El rock peruano empieza en 1957. La última grabación de esa generación se da en 1975. De 1975 a 1983 el rock regresa a las catacumbas, hasta que a partir de 1984 estalla la movida subterránea y, paralelamente, el fenómeno del pop en castellano. Con este silencio de ocho años enfrentar la segunda época del rock peruano implicaba tratar otro universo ficcional y utilizar otra metodología, y lo que yo quería era crear un mundo cerrado que la primera escena sí contenía. Los rockeros que empezaron a hacer música en los ochenta, entre los cuales se cuenta mi generación, no sabíamos qué había pasado en esa época. Ese es un proceso de descubrimiento que ha comenzado hace diez años. Proceso del cual este libro es parte, por supuesto.
¿Existe un espíritu común que hermana a las bandas peruanas de esa época?
Te respondería con lo que dijo Rob Younger, cantante de Radio Birdman, el gran grupo punk de la movida australiana, cuando Íñigo Munster le puso el disco de los Saicos: “Esto no suena como punk inglés ni como punk estadounidense. Esto es otra cosa”.
“Demoler”, el nombre del libro, es también el título de la canción más popular de los Saicos…
El título del libro hace alusión a la canción más conocida de la primera escena del rock en el Perú, al primer hit netamente peruano y a un espíritu que es el espíritu del libro.
El libro no está escrito de forma puramente documental. ¿Quisiste crear un texto a medio camino entre lo periodístico y lo literario?
El periodismo es la dictadura del presente. Lo que yo he querido hacer es reconstruir una época. He utilizado muchas técnicas, sobre todo del nuevo periodismo, dado que tenía que hacer preguntas rarísimas, además de entrevistas kilométricas para reconstruir escenas. Pero lo que yo quería era hacer escenas, crear una narrativa, quería que cada historia fuera un cuento. He intentado hacer todo lo posible para que el libro se lea como una novela y que la gente se interese por la excelente música que se hizo en ese momento. Es ridículo que hagan ediciones en España, en Estados Unidos, en Inglaterra, en Japón y que los peruanos mismos no sepamos que existe el disco de Zulu, que es un discazo que habla sobre San Isidro y sobre emociones que yo he sentido.
Uno de los protagonistas del libro es tu padre, quien fuera bajista de Pax y de El Humo. ¿Eso motivó la investigación?
Mi padre fue uno de los protagonistas de la época. Este libro no es solo una genealogía del rock, algo que le puede interesar a todo el mundo, sino también una búsqueda del lugar de donde vengo, de la tradición con la que voy a dialogar.
El libro lo escribiste en España a lo largo de diez años. ¿Alejarte del Perú permitió que te acercaras de manera más objetiva a los hechos?
El libro lo escribí en España haciendo trabajos proletarios. Nadie me financió. La llamada a Saúl Cornejo de We All Together fue de una cabina telefónica desde donde podía hacerla gratis. Lo hice con muchas limitaciones, por eso regresé a Lima para confirmar datos y fue un “hazlo tú mismo” en todo sentido. Ese viaje a España fue un viaje temporal hacia esa época.
¿Qué fue lo que más te llamó la atención a lo largo de tu trabajo?
El abandono en el que encontré a muchos músicos. Mucha gente estaba en la calle. Es como si el Perú los culpara por hacer algo bello. Espero que este libro solucione un poco ese olvido.

DEMOLER en Somos (El Comercio)

Demoler
Carlos Torres Rotondo
Revuelta Editores
Lima, 2009-08-22 280 pp.

Cuenta la tradición urbana que el rock peruano vivió días de gloria entre 1957 y 1975, dando lugar a grupos como Los Saicos, que ahora, redescubiertos, remasterizados, y en CD, son un grupo de culto. Pero a la gloria le sucedió el olvido. Por eso, ahora pocos conocen bien la historia y música de grupos como Los Yorks, Traffic Sound, Pax o El Polen, verdaderos dinosaurios, la avanzada rockera de aquellos tiempos. Torres Rotondo ha reconstruido sus historias, comparándolas con la escena rockera internacional, donde mal parados no salimos. Sin nostalgia y con ánimo testimonial, este libro puede ser un boom entre los recientes y antiguos muchachos.

Edición de Somos, del sábado 22 de agosto

martes, 18 de agosto de 2009

DEMOLER - Entrevista a Carlos Torres Rotondo en Caretas



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sábado, 15 de agosto de 2009

DEMOLER - Capítulo: Tarkus

Cierto candente sábado a fines de abril de 1972 estalló el Rock Pesado en el Perú. El estadio de Chiclayo estaba abarrotado con más de dos mil personas que esperaban escuchar un concierto de Telegraph Avenue, el grupo peruano que el año anterior había editado su primer vinilo, un éxito de ventas que superó cualquier récord en el rock nacional hasta ese entonces. Al caer la noche, luego de que tocaran algunos artistas sin mayor brillo, el presentador anunció al público la llegada de la banda estelar. La entrada de los músicos desconcertó a los espectadores que los conocían de anteriores recitales. Álex Nathanson continuaba en la primera voz pero ya no se encargaba del bajo como solía hacer en Telegraph. Incluso su atuendo era diferente: vestía un poncho rojo y su pelo largo estaba peinado con raya al medio como el resto de sus compañeros, hecho que no se veía ni siquiera en Lima, ya que todos los hippies nacionales llevaban raya al costado. Y del resto de la banda ni hablar. El más fanático podía reconocer a Walo Carrillo, también de Telegraph, sentado tras la batería aporreando los tambores, pero ahí acababan los parecidos. Los otros músicos eran unos completos desconocidos. Se trataba de los argentinos Guillermo Van Lacke en el bajo y Darío Gianella en la guitarra. Cuando empezaron a tocar, Chiclayo dejó la tierra y viajó a Marte. La música era un hardrock oscuro y raro; la expresividad del vocalista y lo poético de las letras eran casi operísticos. Aunque su propuesta era una mezcla de Black Sabbath con Led Zeppelin y toques de Almendra, su sonido incluso prefiguraba el de la British new wave of heavy metal de fines de los setenta. Además, había bastante teatro: el público se quedaba con la boca abierta cuando Nathanson caminando como un jorobado y con un lamparín de kerosene en la mano entonaba con su falsete de hembrita ese cuento digno de Salgari llamado El Pirata; porque los temas eran propios y en castellano, y las letras tan metafóricas y alucinantes que muchos lamentaban no tener un ácido bajo la lengua en aquellos momentos. Y Darío Gianella, con apenas diecisiete años recién cumplidos, se revolcaba en el piso como Angus Young de AC/DC pero sin uniforme; ese fanático de Jimmy Page no lo necesitaba porque ya vivía en su propia alucinada y ésta era visible para el que escuchaba su música venida de otra dimensión. Obviamente no eran Telegraph Avenue, pero usurpaban su nombre.
La verdadera historia de Tarkus tiene su origen en sucesos acaecidos pocos meses atrás. En el verano de 1972 Telegraph Avenue vivía su mayor momento de esplendor. Su primer LP había logrado una difusión inusitada hasta ese entonces. Tenían programados conciertos todas las semanas en el Galaxy y Walo, cumpliendo su función de manager, contestaba llamadas de todo el país. Pero como dice la canción: todo tiene su final, nada dura para siempre.
Cierta mañana estival Walo se dirigió en su Volkswagen al bowling de Miraflores, donde unos patas apodados Los Franceses vendían tronchos armados a diez soles cada uno. Los encontró, pero un minuto después la policía los ampayó a todos negociando una colombiana con una mayor concentración de THC que la piurana común y silvestre. Los transeúntes lo vieron junto a los pushers mientras la tombería los empujaba violentamente al patrullero. Apenas pudo, Walo llamó por teléfono Chachi Luján: Telegraph iba a tener ensayo esa misma tarde y los muchachos tenían que buscar la manera de sacarlo del calabozo.
Apenas Chachi llegó al cuartel general de la banda —ubicado en jirón Paruro—, en lugar de abogar por su amigo, declaró que con Walo iba a suceder lo mismo que con Jerry Lam Cam —su antiguo bajista—, quien se había ausentado repentinamente causando mucho daño al grupo, que debió cancelar todas sus presentaciones pactadas. Si Walo estaba en cana era porque lo habían agarrado con las manos en la masa, por lo que entonces nada se podría hacer para ayudarlo, lo único que quedaba era buscar a otro baterista. Con la desaprobación de Álex Nathanson, llamaron al Osito Barreda. Sin embargo a Walo no le sucedió lo que a Jerry Lam, ya que salió de la cárcel a los cuatro días gracias a una vara que se consiguió oportunamente. Cuando Walo llegó a la sala de ensayos lo vieron como un fantasma. Su situación en la banda había quedado en un estado completamente incierto. No sé si llegaron a realizar algún concierto de despedida en esta primera etapa. Ya estaban heridos de muerte y el desbande de Telegraph Avenue fue instantáneo.
Woody Allen dice que la vida no imita al arte, sino a la mala televisión, y en este caso es cierto. Solo a un pésimo guionista se le ocurriría un lío tan inverosímil como éste, pero el hecho es que en la realidad se dio, y gracias a una sucesión de felices coincidencias nació Tarkus y pudo plasmarse un instante de toda esta locura. Meses atrás Walo había visto en la Plaza San Martín a un desubicado hippie que parecía extranjero. Se le acercó y descubrió que era argentino, que se llamaba Guillermo Van Lacke, y que en su país había tocado en un grupo de rock llamado La banda del Oeste. Van Lacke lo acompañó a los conciertos de Telegraph e incluso entró con ellos a los estudios de MAG. Al conocer desde dentro la movida peruana, Guillermo se entusiasmó y propuso hacer juntos un proyecto. Como tenía que regresar en pocos días a su patria, prometió buscar un guitarrista y regresar inmediatamente. En Buenos Aires Van Lacke frecuentaba un sótano ubicado en la avenida Hipólito Yrigoyen. Era un recinto insonorizado que los músicos utilizaban como sala de ensayo, bulín y nave para viajes al espacio interior. Había conocido ahí a un chiquillo llamado Darío Gianella. Darío era hijo de un alto mando de la Marina de Guerra argentina, pero su personalidad era la de un místico que expresaba sus iluminaciones por medio de la guitarra. Poco antes se había separado de Final, su grupo de quinceañero, y estaba buscando un nuevo colectivo de músicos con el que plasmar sus ideas. Con su labia arrolladora Van Lacke convenció al joven prodigio para escaparse de casa e ir a Perú, tierra que describió como de groupies bellas y de oportunidades en la aventura rocanrolera. Empacaron algunas mudas de ropa, un poncho rojo que luego le prestarían a Alex Nathanson para los conciertos y varios discos de Black Sabbath, Deep Purple, Led Zeppelin, Pappo’s Blues y Almendra. Justo antes de salir le enviaron una carta a Walo diciéndole que arribarían pronto al Perú. Se demoraron diez días —haciendo un viaje en tren y luego tirando dedo durante distintos tramos— hasta llegar a Lima. En ese lapso compusieron la mayoría de canciones del disco y escribieron abundantes poesías surrealistas.
Luego de ser expulsado de Telegraph Avenue Walo regresó a casa. Su madre le entregó una carta que acababa de llegar ese mismo día. Era de Guillermo Van Lacke, quien le avisaba que estaba a punto de partir a Lima y que lo acompañaba Darío Gianella, un chiquillo de dieciséis años a quien describía, con esa innata capacidad para la hipérbole que poseen los argentinos, como un genio de la guitarra. Llegaron tres días después. Vestían sandalias de cuero, jeans importados y polos psicodélicos pegados al cuerpo. Se peinaban con raya al medio y llevaban chaquiras colgadas al cuello. Estos tipos realmente tienen imagen, pensó Walo. Tuvo que hacer un acuerdo con su padre. Gracias a la apertura mental que le daba su vocación de psiquiatra, don Abel Carrillo permitió la estancia de Van Lacke y Gianella en su departamento ubicado en la avenida Sucre 1125, en el distrito de Pueblo Libre. Es más, les consiguió una cama camarote y una litera. Con el paso del tiempo y con la amistad creciente decorarían el cuarto con cortinas árabes, colchones y velas de colores. Cuando abrieron sus vetustas maletas, los argentinos sacaron los dos primeros discos de Black Sabbath y de Led Zeppelin. ¿Tenés tocadiscos? –le preguntaron a Walo, que se quedó alucinado al escuchar el material, convencido de que ésa era la música del futuro. Hicieron un primer jam session esa misma noche con guitarras acústicas y un cajón. Tarkus había nacido de la manera más espontánea posible. Pese a la posterior adición de un vocalista, siempre manejaron la parte instrumental como un trío, a la manera de The Who, Cream, Cactus, Led Zeppelin o Black Sabbath. Desde aquel primer ensayo, Carrillo, Van Lacke y Gianella supieron que tenían química. Las letras eran de Gianella, pero éste no se divertía cantando y tocando al mismo tiempo. Poco a poco comenzaron a colarse en sus ensayos antiguos músicos de Telegraph Avenue como Álex Nathanson y Chachi Luján. Darío Gianella llamó a Alex Nathanson y le pidió que cantara operísticamente, algo que Álex no había hecho nunca, pero funcionó. Su incorporación fue inmediata. Siguiendo las recomendaciones de Gianella, Álex asumió un estilo vocal más exagerado y teatral que el que había usado anteriormente. El grupo estaba completo. El golpe de suerte definitivo se dio cuando el ingeniero Carlos Manuel Guerrero se enteró de la separación de Telegraph y llamó por teléfono a Walo. El baterista le anunció que tenía un proyecto bastante avanzado con Álex y dos argentinos, y que no era algo puramente musical, sino que incluían una puesta en escena. El empresario se ilusionó con un grupo sudamericano internacional y le dijo a Walo que él era el que más le había hecho ganar plata gracias al primer disco de Telegraph y que los apoyaría en cualquier proyecto que hiciera. Le dio un contrato de palabra, un lugar para ensayar y horas en el estudio sin jamás haber escuchado a la banda. Poco después Guerrero viajó a Estados Unidos. Regresaría sólo un par de meses después, cuando la suerte ya estaba echada.
Durante ese breve periodo los Tarkus vivieron la mágica y arriesgada rutina de la creación artística. Como tenían que componer y grabar casi al mismo tiempo se compraron un inmenso paco de marihuana para tener inspiración de reserva. Guillermo Van Lacke se levantaba de la cama camarote a las seis de la mañana e inmediatamente comenzaba con los ejercicios de digitación, memorizaba las canciones, les hacía arreglos, con las ganas superaba rápidamente sus limitaciones. A las ocho de la mañana Guillermo, Darío y Walo bajaban a tomar desayuno. Luego descendían al garaje del edificio, montaban en el Volkswagen y se dirigían a la Avenida 2 de Mayo, donde MAG tenía su fábrica de discos y su estudio. Entraban por un corredor lleno de cajas y plásticos. Los obreros se los quedaban mirando y ellos no se detenían hasta llegar al depósito del fondo. Ahí enchufaban sus instrumentos y se ponían a componer y ensayar hasta las dos o tres de la tarde. Si tenían suerte, les cedían el estudio, y acompañados por Carlos Guerrero Bueno —de We All Together— en los controles de la cabina, grababan las canciones que habían ensayado en la mañana. Algunas tardes no tenían tanta suerte. El encargado les decía: disculpen, hoy tienen hora Los Morochucos. O: mala suerte, muchachos, le toca a Lucho Macedo. Entonces se separaban y cada uno se iba por su lado a la deriva, en largos paseos por una ciudad que cambiaba cada vez más rápido. Walo y Van Lacke empezaron a parar juntos, salían en parejas con sus respectivas enamoradas. Nathanson se iba por su lado con la collera del barrio de Mariátegui, legendario grupo de patas en el que por su natural espíritu y espontaneidad sobresalían locos egregios como el Oso Torres, el esquinero Valladares, los hermanos Allison, la mancha de El Álamo, Pacho Mejía (poco antes de salir de Black Sugar) y otros profesionales del ritmo. Darío era muy callado y normalmente se encerraba en la habitación comunal, ponía sus discos, fumaba marihuana, o a veces tomaba ácidos y escribía algunas nuevas letras para canciones. Fue Walo quien le puso el nombre al grupo. Tarkus es un espíritu que se encuentra en lo más profundo de nuestra alma y que nos protege cuando nos hallamos perdidos en algún viaje. Pese al encierro de Darío, que prácticamente solo salía a comprar pan, la relación entre los cuatro iba cada vez mejor. Casi inmediatamente se presentó la oportunidad de debutar. La comisión de la promoción 1972 del colegio Roosevelt organizó una fiesta en el colegio para recaudar fondos. Ignorando la pelea de los Telegraph, llamaron al mánager, es decir a Carrillo, para pactar una presentación. Sin titubear, éste dijo que ahí estarían. Llevó a Tarkus sin decir nada, y frente a un público compuesto en un 80% por gringos, los dejaron con la boca abierta. ¡En el Perú un grupo a lo Black Sabbath que toca temas propios y en castellano! Entonces llegó el concierto en Chiclayo, y luego fueron a Chimbote y a Trujillo, donde se presentaron nuevamente bajo nombre falso, y también dejaron huella. Tuvieron que regresar al instante al estudio. Acabaron los ocho temas que conforman su primer LP y empezaron de frente con más canciones, de las cuales grabaron dos; tenían ensayadas unas cuantas más, pero ese par de registros se perdió para siempre cuando en la disquera optaron por grabar encima de esas cintas.
Las sesiones se realizaron entre el 3 de abril y el 16 de mayo de 1972. Los músicos tuvieron total libertad. Tanto así que el dueño de MAG solo escuchó su trabajo cuando regresó de viaje y ya se estaban prensando las primeras copias. Ocurrió una tarde, mientras Tarkus se encontraba en el estudio grabando las sesiones para el segundo álbum. A la mitad de una canción sintieron cierto desorden en la cabina de sonido. Dejaron de tocar y subieron a ver qué pasaba. Escucharon la voz estruendosa del ingeniero Carlos Manuel Guerrero: ¡qué mierda es esta bulla! El director de MAG tenía el rostro completamente rojo, presa de un colerón apocalíptico. Y cuando entró Walo llegaron los insultos: Oye tú, Carrillo, esto no suena como Telegraph Avenue, ¿no iban a ser un grupo latino?, esto no lo va a escuchar ni san puta. Yo no invierto en ustedes si hacen este tipo de música.
Sin embargo, estaban atados por un contrato, por lo que el disco pudo salir a la venta. La portada era completamente negra, como años después lo fueron el Back in Black de AC/DC o el disco homónimo de Metallica. Pese a las contrariedades con el ingeniero Guerrero, los muchachos siguieron en la brega. Podían hacer circular su disco de manera independiente, todo dependía de los conciertos. El boca a boca ya había creado cierta expectativa en la movida rockera limeña, aunque casi nadie los había escuchado. El debut oficial estuvo por eso organizado al milímetro. Sería en el cine El Pacífico, que era la sala más importante de la época.
Un día Walo recogió en la Vía Expresa a un hippie que tiraba dedo. Se pusieron a conversar mientras ponía un cartucho en el equipo de su auto. El desconocido respiraba paz por todos los poros de su cuerpo. Lo invitó a un departamento de San Isidro, donde estaba hospedado con sus amigos. Todos eran norteamericanos y tenían el refrigerador lleno de provisiones. Eran acólitos de la secta conocida como los Niños de Dios, que años después se haría célebre en las paginas policiales por acusaciones de presunta pedofilia. Al día siguiente el baterista les presentó a los demás miembros de Tarkus. Darío empezó a frecuentarlos pero persistió con su natural timidez frente a los demás músicos de la banda.
En setiembre, poco antes de la primera presentación oficial del grupo en el cine El Pacífico, los Tarkus fueron invitados al famoso festival rockero que se celebró en la Plaza de Acho. Antes de que los grupos comenzaran a tocar, Darío se acercó y anunció a los tres músicos que tenía algo muy serio que decirles. Había encontrado a Jesucristo y debía retirarse de la banda y de ese estilo de vida. Se iba con los Niños de Dios. No tocaría en el debut porque iba contra el camino que había elegido en la vida, que era el camino de Nuestro Señor. Ya no creía en esa música inspirada por la droga y no podía ir contra sus principios. La noticia les cayó a todos como un balde de agua fría, pero Darío permaneció inflexible. No había nada qué hacer. Estaban en un callejón sin salida.
Tarkus nunca debutó oficialmente. El LP fue un fracaso de ventas; en realidad comercialmente jamás existió. Y ese disco es quizás uno de los más valiosos testimonios que quedaron de aquel tiempo en los sesenta y setenta cuando la música incendió los barrios de Jesús María, Lince, Pueblo Libre y Magdalena y luego desapareció sin dejar memoria, como sucedió con el único disco de Tarkus, esa anómala opus magna que, como ha mostrado esta historia, es mucho más que un brillante intermedio entre los dos LPs de Telegraph Avenue. Tarkus dejó de existir pero la vida continuó su curso. Bastante asustado por la desaparición de Darío, su padre viajó a Perú a buscarlo. Se encontró con Guillermo Van Lacke, que lo guió hasta el departamento de San Isidro donde vivía el guitarrista en la comunidad de Los Niños de Dios. Como buen milico, lo sacó violentamente, argumentó ante las autoridades de migraciones que su hijo aún era menor de edad (acababa de cumplir diecisiete años), le puso una camisa de fuerza y lo embarcó en un avión de las fuerzas armadas. Al llegar a Buenos Aires el psiquiatra diagnosticó su caso como un delirio místico. Cuando cumplió dieciocho y pudo salir de la clínica, Darío regresó con los Niños de Dios. Se convirtió en uno de sus principales activistas y durante un ritual de la secta fue rebautizado con el nombre de Manases. Se volvió a encontrar con Álex Nathanson en 1975. Juntos realizaron algunas grabaciones con los Niños de Dios, entre ellas un LP. Se sabe que vivió durante años en Seattle y que actualmente se encuentra dedicado a la vida espiritual en Madrid. Su historia lleva inmediatamente a conjurar el espíritu de Syd Barrett o Roky Erickson.
En el 2007 Tarkus se volvió a reunir. Ante la desaparición de Darío Gianella, el puesto de guitarrista fue ocupado por Christian Van Lacke, hijo de Guillermo y guardián del espíritu original de la banda. Aparte de cantar, Alex Nathanson ocupó esta vez el puesto de bajista. En los ensayos para el regreso de Tarkus y con la exhumación de los baúles de los recuerdos salieron a la luz los temas que iban a ser parte del segundo disco, aquel que nunca se terminó por el colerón del ingeniero Guerrero. No tenían las grabaciones de la época, pero sí las canciones, y se pusieron a ensayar. Era una empresa extraña, comparable en el mundo del rock al proceso que sacó a la luz álbumes como A Saucerful of Secrets —donde Pink Floyd continuó sin Syd Barrett pero prolongando su sonido— o, el Smile —trabajo con el que décadas después Brian Wilson terminó el LP perdido de los Beach Boys—. Álex retornó a California para seguir haciendo música, pero Walo y Christian decidieron seguir con la empresa hasta hacerla tangible y sonora. Todo este material ha sido incluido en el disco debut de Tlön, grupo que continúa la línea de Tarkus y que actualmente está conformado por Walo Carrillo, Christian Van Lacke y Marcos Coifman.
Publicado en El Rock Suicidado

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