domingo, 26 de octubre de 2008

Gabriel Ruiz Ortega sobre EL CIELO DE CAPRI


Cuando se dice que la literatura peruana está atravesando un momento de gran expectativa, no estamos hablando partiendo de los reconocimientos literarios que últimamente tienen escritores como Alonso Cueto, Daniel Alarcón o Santiago Roncagliolo. O sea, no es para nada un hecho aislado, sino que este buen momento tiene una base en la producción que se da en el mismo Perú.

Desde el 2000 han aparecido narradores que han sabido patentizar sus apuestas literarias amparándose en un par de bases claves: talento y formación. A estas alturas no es una locura calificar a esta nueva camada como la mejor en los últimos cincuenta años.
Uno de esos nuevos narradores, a boca de muchos el mejor, es Marco García Falcón (Lima, 1970), autor de “París Personal” (2002), delicioso libro de cuentos que está llamado a ser uno de los referentes imprescindibles cuando en un par de años se realicen los balances del decenio. Este libro obtuvo muy buenas críticas, y el favor del público se patentizó en la justa reedición.
Cuando un joven narrador recibe esta clase de comienzos, por lo general se espera una próxima segunda entrega aprovechando el interés generado. Sin embargo, García Falcón se tomó su tiempo, se hizo esperar, y valió la pena porque su segunda entrega no solo confirma la impresión de “París Personal”, sino que es un evidente paso adelante en su narrativa.
“El cielo de Capri” es una novela corta de estructura compleja y devenir clásico, pero la complejidad no se siente gracias a la prosa limpia y hechicera de la que el autor hace alarde. Un viejo profesor de literatura nos cuenta el viaje realizado con su esposa Sofía a Europa para conmemorar sus 35 años de matrimonio. También nos relata el cómo Sofía y él se conocen de jóvenes y superan los escollos del padre de ella, un militar que los persigue en una suerte de “road movie” por el norte peruano.
Una de las cosas que se suele decir con respecto a las novelas cortas es que esta tienen que cumplir un riguroso espíritu de relojería. Cada detalle debe tener una razón y la narración debe gozar de un ritmo sostenido. “El cielo de Capri” cumple esta ley, pero hay un algo más: la combinación de reflexiones literarias con el tópico amoroso. Y en este aspecto la concepción de los personajes sirve como buen punto de quiebre cuando estas reflexiones dan la impresión de extenderse más de la cuenta. Es allí cuando te das cuenta de la destreza del narrador, del buen manejo del pulso narrativo y su trabajo en el perfil de los protagonistas (sin contar la sugerente descripción de los escenarios en los que se desarrolla esta peculiar historia de amor). Harto difícil escribir del amor en estos tiempos, y mil veces complicado llevar los proyectos sobre este tópico a un buen puerto.
Vale anotar que desde hace un buen tiempo, la nueva narrativa peruana está experimentando una serie de divisiones temáticas y estilísticas que afianzan aún más su variedad. Para aligerar la tarea, se la viene dividiendo hasta el momento entre escritores vitalistas y metaliterarios. Como la primera acepción ya es harta conocida o al menos puede intuirse de qué va, es menester explicar lo más brevemente posible el segundo criterio.
Lo metaliterario tiene que ver mucho con aquellos escritos que se alimentan de la literatura misma, de libros sobre otros libros, del proceso creativo del escritor, de las influencias directas o indirectas; apelando siempre a una serie de experimentaciones verbales o formales. Ejemplo: Italo Calvino, Enrique Vila Matas, Claudio Magris, Roberto Bolaño, Ricardo Piglia, Juan Manuel de Prada, etc. Sin embargo, abordar esta opción no es tan fácil como suena. No es lo mismo poner como protagonista a un escritor X y dar una lista interminable de libros y autores para hacer que el escrito sea una obra que pueda catalogarse como metaliterario. Cuando esto pasa, el aire de falsedad salta irremediablemente y, hay que decirlo, sin piedad.
Lógicamente que esta dicotomía tiene para largo en su discusión porque no se trata solo de un hecho que ocurra en Perú. Lo cierto es que todos los libros se alimentan de la vida misma y de lo que se lee. Nadie escribe de la nada. En “El cielo de Capri”, los recursos usados, ya sean reflexiones, citas, libros y autores obedecen a un por qué, no están por el mero hecho de adornar la historia y reforzar la condición de escritor de su protagonista.
García Falcón con “El cielo de Capri” se afianza como el mejor prosista peruano de su generación. Experiencia vital y lecturas en esta deliciosa novela que mezcla a la perfección el estilo y el asunto. Y es de hecho la mejor novela de tendencia metaliteraria, si es que la situamos en esta nueva producción narrativa, y una de las mejores novelas de corte amoroso en los últimos veinte años en Perú.
En lo personal, me hubiera gustado que el autor desarrolle más la historia de los entonces jóvenes amantes que huyen en un viejo bus al norte del Perú. Empero, este gusto de lector no impide reconocer la excelente calidad de “El cielo de Capri”, esperadísima novela que deja a los lectores con la sensación de que valió la pena esperar cinco años. Y esto es algo que solo lo generan los escritores de verdad.

Publicado en Siglo XXI

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