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César Moro, ¿un antropófago de la cultura? (Revuelta Editores) es el llamativo título de un ensayo publicado recientemente por el profesor universitario
Camilo Fernández Cozman (Lima, 1965). Un libro de imprescindible lectura por la solidez de su argumentación y una claridad expositiva que nos permite reconsiderar nuestras ideas sobre la fascinante obra de este gran poeta peruano, la cual escribió mayoritariamente en francés. Estoy convencido de que libros como este contribuyen a desterrar la idea de que las publicaciones académicas van siempre dirigidas a los especialistas, siendo por ello inalcanzables para el público común y silvestre. Un buen ensayo, a mi entender, es una herramienta que nos ayuda a descubrir más significados en los libros que leemos, una especie de linterna que nos guía en esa exploración emotivo-intelectual que es todo acto de lectura (se me viene ahora a la mente, por ejemplo, otro magnífico libro de crítica, Las palabras de Trilce, de Marco Martos y Elsa Villanueva). Sí o sí, hay que leer ensayos.
En César Moro, ¿un antropófago de la cultura? Camilo Fernández busca refutar los planteamientos de dos de los principales especialistas en la obra de Moro: André Coyné y Américo Ferrari. Sin dejar de reconocer sus aportes, y sin ánimo de «polemizar con el pasado», el profesor Fernández cuestiona la postura conservadora de ambos académicos, y para ello sustenta sus planteamientos en los enfoques teóricos de la Sociolingüística (siguiendo a J. C. Godenzzi) y de la Retórica General Textual (Stefano Arduini). Así, Camilo Fernández señala que Coyné y Ferrari se equivocan al prestar atención en sus trabajos al análisis del «mal francés» del autor de La tortuga ecuestre, pues de esa manera están suscribiendo una postura glotocentrista, asumiendo que una variedad lingüística es superior a otra, en este caso, el «francés escrito por un francés» (de impecable gramática) y el «francés escrito por un peruano» (con varios errores). Creencia donde ronda el fantasma del etnocentrismo y que desconoce que la competencia lingüística no es igual a la competencia literaria.
[...] la competencia lingüística de nuestro autor en francés hacía que quizá no se pudiera comunicar exitosamente, en ciertos casos con algunos receptores. No obstante, Moro manifiesta una competencia literaria notable en francés, pues escribe poemas en esta lengua donde se observa cómo emplea su creatividad de individuo bilingüe [...] (pág. 70).
Me parece muy interesante este punto ya que saca a la luz el tema de la propiedad de las lenguas. ¿El francés solo «pertenece» a los franceses?, ¿el inglés, solo a los estadounidenses?, ¿el quechua, solo a los cusqueños o ayacuchanos?, ¿una lengua extranjera se utiliza, pero no se posee?, ¿aunque aprendamos una segunda lengua no podremos considerarla «nuestra»?
El profesor Fernández menciona en su ensayo el concepto de «imaginación plurilingüe» (Godenzzi) para referirse justamente a la manera en que un usuario del francés (como segunda lengua) puede manejarlo creativamente mediante la incorporación de elementos de su lengua materna. Es el caso de César Moro. El capítulo II de este ensayo analiza en detalle cómo es que el poeta realiza esta operación creativa (ver, por ejemplo, cómo Moro aplica el hipérbaton al francés, lengua poco flexible para el uso de esta alteración del orden de las palabras). Además, el ensayista señala otro ejemplo cercano de esta «intervención» sobre otro idioma: «Moro "castellaniza" el francés como Arguedas "quechuiza" el español» (pág. 12). ¿Pero por qué lo hacen? Es aquí donde es necesario mencionar el concepto clave del libro: la antropofagia cultural.
MORO, EL ANTROPÓFAGO
El antropófago cultural es el latinoamericano que no se ajusta a la imagen del «buen salvaje», es decir, que no es el manso cordero que acepta lo que le impone el extranjero, cual si este fuera su buen pastor. Se trataría entonces, de una actitud rebelde y de afirmación de la identidad latinoamericana. Camilo Fernández cita al autor del concepto, el brasileño Oswald de Andrade, quien en su Manifiesto antropófago, publicado en 1928 escribía: «Antropofagia. Absorción del enemigo sacro. Para transformarlo en tótem» (pág. 33). Escritores latinoamericanos diversos como Moro, Huidobro, Darío, Borges, Lezama Lima y un interminable etcétera serían antropófagos culturales desde que se apropian de la tradición cultural europea (lengua y literatura), la asimilan y le añaden algo que convierte al producto final en algo totalmente novedoso, más allá de la simple copia. Refiriéndose a César Moro, la explicación no puede ser más gráfica (espero que cuando lean esto no estén tomando algún alimento): «Moro devora el francés como si este fuera un ser humano; luego arroja las palabras en vastas series enumerativas como si vomitara (metafóricamente, claro está) un texto escrito, con ímpetu y pasión, en esa lengua» (pág. 71).
Finalmente, quisiera resaltar otro aporte valioso de este libro. Durante mucho tiempo se ha querido encasillar a César Moro como un poeta «cosmopolita» con pocos o nulos nexos con nuestra tradición cultural, y en oposición a los llamados «indigenistas» y sus reflexiones sobre la identidad nacional. Para cuestionar esta versión maniquea (que perpetúan los textos escolares) Camilo Fernández se detiene en un aspecto poco analizado de la obra de Moro, sus ensayos, para demostrar que en el poeta había también una conciencia reflexiva sobre la importancia de nuestro pasado prehispánico. Así, César Moro en Biografía peruana (La muralla de seda): «[...] pergeña, con claridad meridiana, su admiración por las civilizaciones prehispánicas: "Pienso con fervor en el gran amor de los antiguos peruanos por las piedras"» (pág. 37). Esta otra vertiente de interés nos permite apreciar mejor el carácter antropófago de Moro, quien: «[...] se alimenta tanto de la cultura occidental -el imaginario surrealista, por ejemplo- como de la simbología de las culturas prehispánicas -la andina o la azteca- para materializar un proceso de neoculturación: creación imponente de una nueva cultura» (pág. 38).
Antropófago lector, el banquete está servido.