Los Saicos, Los Shain’s, Los Belking’s, Laghonia, Telegraph Avenue, Tarkus, El Polen... Las bandas que forjaron la leyenda del rock de los años sesenta y setenta (con fotografías, anexos y detalles a la mano) ahora estaban a mi alcance y para eso se habían utilizado técnicas narrativas provenientes del periodismo, la historiografía y las ciencias sociales. Un documental que no quería perderme. Por eso, cuando conversé con el autor y las preguntas se sucedieron unas a otras (entrevista en vídeo de 25 minutos de duración disponible en unas horas), comprendí por qué la atmósfera creativa de aquéllos lejanos y primigenios años de la escena peruana se ha proyectado hasta nuestros días con su cuota de originalidad, rebelión e innovación propias de la contracultura.
sábado, 29 de agosto de 2009
Augusto Rubio Acosta sobre DEMOLER (en Marea Cultural)
Los Saicos, Los Shain’s, Los Belking’s, Laghonia, Telegraph Avenue, Tarkus, El Polen... Las bandas que forjaron la leyenda del rock de los años sesenta y setenta (con fotografías, anexos y detalles a la mano) ahora estaban a mi alcance y para eso se habían utilizado técnicas narrativas provenientes del periodismo, la historiografía y las ciencias sociales. Un documental que no quería perderme. Por eso, cuando conversé con el autor y las preguntas se sucedieron unas a otras (entrevista en vídeo de 25 minutos de duración disponible en unas horas), comprendí por qué la atmósfera creativa de aquéllos lejanos y primigenios años de la escena peruana se ha proyectado hasta nuestros días con su cuota de originalidad, rebelión e innovación propias de la contracultura.
viernes, 28 de agosto de 2009
DEMOLER. Dos entrevistas anticipadas (El Peruano - Phantom Magazine)
La primera entrevista, de Ernesto Carlín (El Peruano) fue publicada en febrero o marzo. La segunda, de Paola Miglio Rossi (Phantom Magazine), en diciembre del año pasado.
Entrevista en El Peruano – Ernesto Carlín
En el recordado blog Zona de Noticias aparecieron hace un tiempo unas interesantes crónicas sobre el rock peruano. El autor de esos textos, el escritor Carlos Torres, está a punto de publicar Demoler. Un viaje personal por la primera escena del rock en el Perú. 1957-1975.
¿Por qué le interesaste en la historia del rock peruano habiendo otros movimientos musicales más arraigados?
Esta investigación no me la ha pagado nadie. La he hecho porque me ha gustado. La primera escena del rock en el Perú es una escena de un altísimo nivel musical. Eso es algo reconocido internacionalmente, pero recién se está tomando en cuenta aquí por un círculo muy pequeño. Gran parte de los problemas que hubo en los ochenta y sigue habiendo es la falta de una tradición roquera sistematizada. Si no tienes una tradición, no puedes dialogar con ella. Para responderte rápido, por qué rock y no chicha, es que a mí me gusta el rock.
¿La chicha se la deja a su hermano, el sociólogo Santiago Alfaro Rotondo?
Mi hermano está más interesado en eso. A mí también me interesa como género, pero no hasta el punto que sí me interesa el rock.
¿A qué le atribuye que se haya ignorado tanto tiempo a la sicodelia peruana?
Es que sí le han hecho caso. Ha habido reediciones en Estados Unidos, Europa, pero no aquí. ¿Por qué no le han hecho caso? En primer lugar, hubo un hiato fuerte entre el 75 y el 83, un periodo de pausa en el que el rock volvió a las catacumbas. En los ochenta no hubo una continuidad. Fue algo que se ha ido descubriendo poco a poco.
Se dice que por Velasco se murió el rock peruano en los setenta.
Es una verdad parcial. Pero también en el mundo hubo un agotamiento de la contracultura clásica como generación. En parte, también es que los músicos que estaban acostumbrados al apoyo de las disqueras y la televisión se quedaron solos, y no tenían una cultura de “hazlo tú mismo”. Pocos tomaron la música como carrera.
¿Es falso que el rock en el Perú haya sido de elite al inicio?
Los primeros grupos roqueros en el Perú surgen en el Callao y Miraflores en el 57. Luego, en el 65, cuando empieza a crearse un circuito surge en distritos como Lince, Pueblo Libre, Jesús María, barrios por el estilo, más Miraflores. Ahora bien, había grupos de una clase social alta, Mads, Traffic Sound, como otros que venían de sectores populares. El más emblemático es el de los Yorks, gente del Rímac, La Victoria, etc. Es más, el cantante es pescador de Ancón y obrero de la fábrica Nicolini. El rock recorrió desde la clase media alta a la media baja, pero al final hubo elitismo por lo que al final desaparece.
¿Es chauvinismo decir que Los Saicos son los padres del punk?
Los Saicos tienen un sonido similar que salen ese mismo año y que están distreibuidos alrededor del mundo. Los Seeds en Los Ángeles, los Monks de Hamburgo, los Sonics de Seattle y Los Saicos de Lince, son grupos que en el año 65 que sin haberse escuchado entre si, tienen un sonido más crudo, más garajero. Los Saicos no son creadores del punk porque el punk es una etiqueta. Este grupo es la gran excepción de haber tenido una influencia permanente debido a la escena subterránea.
Dato
Su padre Carlos Torres Requena fue músico del mítico grupo sesentero Dr. Wheat.
Algo más
El libro Demoler. Un viaje personal por la primera escena del rock en el Perú. 1975-1975, vendrá acompañado de un cd con temas de la época.
Sumilla
Carlos Torres Rotondo es también autor de la novela Nuestros años salvajes.
Entrevista en Phantom Magazine – Paola Miglio Rossi
Carlos Torres Rotondo
La clave del rock peruano
Entre 1957 y 1975 en Perú se generó la que quizá haya sido la escena rockera más arriesgada e ignorada América Latina. Los grupos grababan discos, salían de gira en el país y fuera, eran aplaudidos y reconocidos. Carlos Torres Rotondo se ha dedicado a recopilar pieza por pieza. Su libro La Historia del Rock Peruano (1957 y 1975) teje, de manera diestra e impecable, la historia del rock peruano. Su despertar, su comienzo, su evolución hasta el momento clave en el cual todo se detiene. En 1975 la el rock en el Perú enmudeció. Fueron las bandas de rock subterráneo y los músicos de pop en castellano quienes en 1983 refundaron la escena, desconociendo casi por completo lo hecho antes.
En 1957 salieron a la venta las primeras grabaciones de rock peruano (el miniplay de Los Millonarios del Jazz y los 45s de Mike Oliver). En 1965 los Saicos inventaron el punk junto con otros grupos del planeta. En 1966 Los Belkings iniciaron un camino instrumental que los llevaría a un sonido que es a la vez surf, jazz, latin soul, cumbia y que algunos han llamado proto lounge. Y en 1967 Los York´s y Jean Paul el Troglodita destrozaron salvajemente los escenarios y las consciencias e introdujeron por primera vez en la música peruana una actitud individualista, ambigua y provocadora.
La historia recién comenzaba. Año a año se fue nutriendo de más músicos y bandas que lograron despertar el hambre musical de más de una generación. El investigador y literato Carlos Torres Rotondo decidió contar esta desconocida faceta de nuestra música en detalle y acaba de lanzar un libro que se convierte en una caja de herramientas metodológicas, una película de género documental, una base de datos o una novela con referentes reales. “El lector puede elegir la perspectiva conforme a sus intereses. Lo único que quisiera es que se lea críticamente y que la gente se interese por el tema y empiece a investigar por su cuenta. Ya lo decía Camus: ´la tradición no se hereda, más bien se conquista´”, indica Torres Rotondo.
¿Cómo ha sido el proceso de investigación? ¿Con quienes te contactaste?
Empecé a escuchar la música que grabó la primera escena del rock en el Perú en 1999. Al año siguiente empecé a hacer entrevistas y a encerrarme en hemerotecas para revisar los periódicos y las revistas de ese entonces. Como mi padre era un músico de la época, su nombre me abrió varias puertas. Continué la investigación en Lima durante dos años y luego me fui a vivir a Madrid. Ahí colaboré en la reedición y en los textos de los discos que salieron en España de New Juggler Sound, Los Holys, Nilo Espinoza, Los Yorks y otras bandas peruanas de la época. Esa relación con la arqueología discográfica me permitió conversar por chat o teléfono con los músicos que me faltaba entrevistar. En 2003 me encerré durante varios meses para escribir un borrador. Lo dejé descansar y pasé tres años reescribiendo el manuscrito hasta que llegué al ritmo que creo que merecía una historia como esta. Son casi 10 años los que he vivido reconstruyendo los años sesenta.
¿Descubriste secretos turbios en todo este proceso? ¿Cómo se presentaba el círculo de rockeros, productores… peruanos?
Muchos: productores que metían cabeza, líos de drogas, cárcel y un largo etc. En el libro solo he puesto lo que los mismos músicos me han autorizado difundir, el resto me lo he guardado por respeto a la intimidad de los protagonistas.
¿Qué es lo que más te ha sorprendido en tu investigación?
El nivel musical alcanzado por las principales bandas, hecho que contrasta con el olvido absoluto al que han pasado los héroes (nunca mejor dicho) de esta historia.
Me comentabas que hay un gran gap en el rock peruano después de mediados de los setenta, ¿a qué se debe? ¿Se explica en parte por el contexto que vivía el país?
En los sesenta los grupos salían en la radio, en la televisión a la hora del almuerzo, hacían giras nacionales, grababan discos y algunos se vendían bastante, pero todo acabó repentinamente, tanto así que mi generación, la que empezó a rockear en los ochenta, desconocía por completo lo que habían hecho nuestros padres. Era como si un archipiélago de silencio separara a las generaciones. En todo caso, los músicos de la primera escena del rock en el Perú no conocieron el Do It Yourself, filosofía autogestionaria que recién llega al Perú con la movida subterránea en 1985; eso y las consecuencias de la revolución nacionalista del general Velasco hicieron que, parafraseando la canción, no quedara huella. Por otro lado, a fines de los sesenta la cumbia comienzó a reemplazar al rock como música urbana emblemática, lo cual tiene que ver con procesos sociales mayores. Paralelamente, la generación de los sesenta (lo que Timothy Leary llama la contracultura clásica) muestra signos de agotamiento. En la segunda mitad de los setenta toda Latinoamérica es un desierto de dictaduras de derecha. De las ruinas sale el punk y un renacimiento del rock, esta vez hecho en castellano, conquistando el imaginario generacional a partir de 1985. Claro que los sucesos de la historia oficial tienen que ver con los pequeños sucesos de la historia de la música.
¿Qué viene en los ochenta? Se presentan varias tendencias, habiendo analizado todo lo que ocurrió antes, ¿por qué crees que no se produce una continuación, mejora y evolución?
Los hitos del resurgimiento del rock en el Perú en la primera mitad de los ochenta fueron la creación de una movida subterránea y el boom del rock en español. La nueva generación carecía de base, no solo por el hecho de que la mayoría de músicos no sabía tocar, sino porque no había una infraestructura empresarial y, peor aún, educativa. En los ochenta tuvimos que rockear rabiosamente desde cero, sin tradición y no futuro.
Tuvimos y tenemos gran cantidad de grupos que hacen buen rock, ¿cuál crees que ha sido el elemento clave que faltó y falta para el despegue?
En los últimos años se ha mejorado a nivel profesional, poco a poco recuperaremos la inspiración. No creo que pueda hablar del futuro del rock nacional, nadie puede hacerlo, en realidad, pero yo aún menos, porque he gastado toda mi energía en la arqueología y he descuidado por completo el presente, el estar al día con los nuevos lanzamientos. Sin embargo, soy optimista. Poco a poco estamos conociendo nuestra tradición y ya se está contando con una mayor infraestructura empresarial. Lo que sobra es talento. En lo que hay que trabajar, en todo caso, es en la educación del público, en hacerlo un consumidor más exigente.
¿Crees que los peruanos apreciamos nuestra música?
Se aprecia lo que se conoce. Los que conocen nuestra tradición musical la aprecian mucho. Los que no, se contentan con lo que escuchan, es a ese público hacia el que hay que dirigir los esfuerzos.
SUMILLAS
En 1968 Traffic Sound inició un viaje psicodélico y de fusión durante una época de convulsión social, de legítimas voluntades de insurrección y de presiones oligárquicas. En 1969 los Mad´s viajaron a Inglaterra invitados por los Rolling Stones. En 1970, solo para concentrarnos en un año, Pax fue el primer supergrupo de hardrock, el Polen fusionó por primera vez música andina con rock ácido y contagió con su espíritu hippie a Los Jaivas en Chile, Arco Iris en Argentina y Génesis en Colombia. También estaba el funky latino de los Black Sugar y de Nilo Espinoza, el latin acid rock soul personalísimo de Telegraph Avenue y un largo etcétera. Carlos Torres Rotondo
No creo que pueda hablar del futuro del rock nacional, nadie puede hacerlo, en realidad, pero yo aún menos, porque he gastado toda mi energía en la arqueología y he descuidado por completo el presente, el estar al día con los nuevos lanzamientos. Sin embargo, soy optimista. Carlos Torres Rotondo
jueves, 27 de agosto de 2009
Gerardo Manuel sobre DEMOLER (Disco Club - Blogs El Comercio)
Este mes de agosto se muestra felizmente muy movido para la escena del rock nacional, no solo por la cantidad de eventos preparados para celebraciones de aniversarios de lugares tan queridos como Arequipa, Tacna y otros, sino también porque en la programación de esos eventos se han incluido artistas que cultivan el género nacidos en casa. Pero al margen de estos eventos ya tradicionales, vamos a tener uno muy especial este viernes 28 en el Gran Parque de Lima, una jornada que contará con la presencia de tantos grupos como sea posible. El evento llamado “25 años de Rock Nacional” es solamente el punto de partida para un proyecto mucho mayor que se realizará próximamente y que abarcará los más de 50 años que conforman la historia completa del género más popular de nuestro tiempo en nuestras tierras.
Podremos disfrutar de esta reunión gracias a la iniciativa de Apdayc, una institución que ha sufrido una serie de vaivenes en los últimos años respecto a su credibilidad y estabilidad, pero con la constancia de sus directivos y el apoyo de sus miembros ha sabido capear el temporal, mostrándose como una entidad respetable y que realmente hace su labor --que es tan difícil-- con verdadera eficacia. Ellos han reunido este staff de rockeros peruanos para rendir tributo a los compositores locales que a través de los últimos 25 años nos han traído canciones cuya trascendencia ha desbordado nuestras fronteras. No voy a decir nombres en especial porque, en verdad, todos se merecen estar en una lista de honor.
Creo que es obligatorio que todos estemos allí para alentar a los nuestros y poder conseguir una unión que demuestre que vale la pena esperar por el evento mayor. La otra parte de la celebración para el rock peruano proviene del lanzamiento de un trabajo escrito que reivindica la otra mitad del rock peruano.
Cuando en 1970 surge por casualidad la oportunidad de formar El Humo, nunca imaginé que ese aroma creativo enviaría sus raíces y efluvios de manera que perdurasen en el tiempo hasta nuestros días, y hoy puedo compartir con ustedes esta sensación gracias al impecable trabajo de un joven escritor y trabajador de la pluma como Carlos Torres Rotondo, cuyo “Demoler” acaba de ser editado y es definitivamente el documento que faltaba para reivindicar aquellos primeros momentos del movimiento rock en el país ocurridos entre 1957 y 1975.
Carlos nació en Lima en 1973 y tengo la satisfacción de conocerlo desde muy pequeño porque su padre, conocido como “El oso”, también estuvo involucrado en ese extenso club llamado El Humo (grabó con nosotros el segundo y el tercer álbum (“Machu Picchu 2000” y “¿Quién es el mayor?”) y también fue integrante de una de las grandes bandas surgidas en los años 70 llamada Dr. Wheat. Carlitos es de formación autodidacta pero licenciado en Ciencias de la Comunicación y con estudios de Literatura. Ha trabajado en periodismo, docencia y producción musical. Su primera novela la publicó en el 2001 y se llamó “Nuestros años salvajes”. La inquietud de buscar nuevos horizontes lo llevó a España, donde siguió cursos de posgrado y continuó elaborando su obra.
“Demoler” nos cuenta la historia de la escena rockera peruana que se desarrolló entre mediados de los 60 y principios de los 70 y en la cual se hizo la música más innovadora, original y a la vez olvidada en America Latina. Grupos como Los Saicos, Los Shain’s, Pepper Smelter, Los Belkings, Jean Paul “El Troglodita”, Los Yorks, Laghonia, Traffic Sound, Los Mads, Telegraph Ave., Pax, El Polen, Black Sugar y muchas otras bandas fueron la respuesta nacional a una rebelión juvenil a escala global.
Con este libro se narra la historia intentando romper un injusto silencio en torno a uno de los momentos cumbres de la contracultura en la región. Creo que es un libro definitivo para que las nuevas generaciones se sientan orgullosas de su pasado musical.
Publicado en Disco Club (Blogs El Comercio)
domingo, 23 de agosto de 2009
DEMOLER. Entrevista a Carlos Torres Rotondo en El Dominical (El Comercio)
MÚSICA
Magia en la periferia
Por: Diego Otero
Justo antes de partir a España, asfixiado por la grisura limeña, el escritor Carlos Torres Rotondo (Lima, 1973) recibió un par de caset de noventa minutos en los que se desplegaba el sonido de algunas de las bandas más importantes de la primera escena rockera limeña: Los Saicos, claro, pero también Los Shain’s, Los Belking’s, Laghonia, Telegraph Avenue, etcétera. El efecto fue letal e inmediato: nunca más pudo sacarse de la cabeza ese puñado de canciones; esos sonidos que desde entonces no dudó en calificar de brillantes.
Pocos años después, afincado ya en Madrid, Torres Rotondo volvía a esos caset como quien vuelve a los orígenes de su historia: a su genealogía. Su genealogía como limeño y como obstinado oyente de rock, pero también de un modo más concreto, como hijo de Carlos “Oso” Torres Requena, uno de los bajistas más importantes de dicha escena. ¿Pero, por qué recién a los veintitantos, lejos del país, escuchaba la fuerza de esos grupos?, ¿cómo era posible que nadie en Lima le hubiera contado qué pasó con estos precursores? Escribir el libro, entonces, se convirtió en una urgencia personal.
Hoy día, con el libro finalmente publicado, una cosa es clara para Torres Rotondo: relatar la historia de la primera escena del rock peruano es intentar conocer una zona valiosa y singular de nuestro pasado más reciente; una zona que diversos factores han sumergido en la sombra. En “El corto verano de la anarquía”, el poeta y novelista alemán Hans Magnus Enzensberger dice que la historia es siempre una ficción colectiva, y por eso Torres Rotondo ha construido un relato que tiene el ímpetu de una novela, pero que responde al estricto testimonio de los propios músicos.
En “Demoler” combinas técnicas narrativas, de periodismo, de historiografía y de ciencias sociales, casi a la manera de un documentalista
Siempre supe que tenía que relatarse en forma de libro. Es muy difícil que alguien pueda hacer un trabajo audiovisual con este material porque cuando entra Velasco al gobierno, Telecentro, la entidad encargada de la televisión, reutiliza las cintas que contenían performances de todos estos grupos de rock.
¿Bajo qué criterios decides centrar el espectro del relato en los años 57-75?
Al comienzo quería hacer un libro sobre el rock peruano que echara una mirada totalizadora, pero luego me di cuenta de que entre los años 75 y 83 se produce un hiato que lleva a nuestro rock a las catacumbas, y que para relatar eso habría tenido que recurrir a metodologías más complejas o trabajosas. Además, claro, la diferencia en términos cualitativos es abismal. El nivel de la primera escena es mucho más alto.
¿Tan notoria es esa diferencia? ¿Te parece verdad ese mito que dice que la escena peruana de los sesenta es la mejor de Latinoamérica?
No, me parece un comentario más bien chauvinista. Hay bandas interesantes en varios países de América Latina, pero como conjunto sí fue una de las más fuertes. Brasil y Uruguay también lo fueron, desde luego. Pero para poder hablar de estas cosas necesitamos que la historia exista. Toda sociedad necesita una historia del espectáculo y de la ideología que lo sustenta. En ese sentido “Demoler” es parte de una arqueología del saber, para usar la expresión de Foucault.
Cada uno de los capítulos de “Demoler” cuenta la historia de una banda, desde su formación hasta su eclipse. Y como disolver un proyecto para luego reaparecer en otro ha sido práctica habitual entre los músicos de rock, algunos personajes de este relato se entrecruzan y generan una trama narrativa sugerente, que siempre parece espontánea.
¿Qué llevó a una escena tan diversa y vigorosa a la extinción y al olvido?
Hubo varios factores, pero el principal quizá fue esa especie de agotamiento generacional en un nivel global. En ese sentido yo creo que hubo un combate desde el poder, desde arriba, en todo el mundo. Ya por el 73, con la crisis del petróleo, toda la movida hippie, todo lo que Timothy Leary llama la contracultura clásica, entra en decadencia, hasta que empieza un nuevo ciclo, con una nueva posta generacional, en 1975. La historia del rock es una historia de hiatos, de picos y decadencias.
Entrevista publicada en El Dominical. Imagen de CTR tomada de aquí.
sábado, 22 de agosto de 2009
DEMOLER. Entrevista a Carlos Torres Rotondo en Luces (El Comercio)
DEMOLER en Somos (El Comercio)
Carlos Torres Rotondo
Revuelta Editores
Lima, 2009-08-22 280 pp.
Cuenta la tradición urbana que el rock peruano vivió días de gloria entre 1957 y 1975, dando lugar a grupos como Los Saicos, que ahora, redescubiertos, remasterizados, y en CD, son un grupo de culto. Pero a la gloria le sucedió el olvido. Por eso, ahora pocos conocen bien la historia y música de grupos como Los Yorks, Traffic Sound, Pax o El Polen, verdaderos dinosaurios, la avanzada rockera de aquellos tiempos. Torres Rotondo ha reconstruido sus historias, comparándolas con la escena rockera internacional, donde mal parados no salimos. Sin nostalgia y con ánimo testimonial, este libro puede ser un boom entre los recientes y antiguos muchachos.
Edición de Somos, del sábado 22 de agosto
martes, 18 de agosto de 2009
sábado, 15 de agosto de 2009
DEMOLER - Capítulo: Tarkus
viernes, 7 de agosto de 2009
Domingo 9. Carlos Torres Rotondo en Radio Programas del Perú
La cita es a las 9 de la mañana.
Renzo Sánchez sobre DEMOLER
jueves, 6 de agosto de 2009
Entrevista a Carlos Torres Rotondo sobre DEMOLER (en Proyecto Patrimonio)
Fotografía de CTR: Richard Nossar
Portada: Arturo Higa
En realidad Demoler lo comencé a escribir desde el día de mi nacimiento. Mi padre era uno de los mejores bajistas de la primera escena del rock en el Perú –según los testimonios recogidos– pero yo no sabía nada de su historia. Sin embargo, fui fabulando secretamente qué había pasado, hasta que en 1999 un pata me pasó dos cassettes de 90 minutos cada uno. Aluciné, básicamente por el magnífico nivel musical de los rockeros nacionales de aquellos tiempos. Estuve investigando de 1999 a 2001, encerrándome en hemerotecas y entrevistando a músicos. Ese último año viajé a España, donde leí todo lo que pude sobre la revuelta juvenil de los sesenta, ayudé en la producción de reediciones de grupos como Los Holy’s o New Juggler Sound; pero sobre todo, por medio del correo electrónico, el chat y el teléfono, culminé las entrevistas que faltaban. El primer borrador lo escribí el 2003 y lo dejé descansar un año. De ahí he corregido hasta el 2008, cuando vine a Perú a publicar el libro. Quiero decir también que este libro lo he escrito sin financiamiento de nadie, sin editor ni equipo de investigación, en la miseria económica (ni siquiera la modestia) y en la absoluta soledad que padecen los inmigrantes. Sin embargo, la etapa en la que escribí Demoler fue una de las partes más intensas y felices de mi vida, fue un tiempo donde di y recibí mucho amor, y espero que eso se note en el texto. En realidad yo no escribí Demoler, más bien el libro me escribió a mí, me ayudó a construirme como ser humano.
“El oso” Torres, tu padre, era considerado por los músicos de la época como el mejor bajista.
Eso me dijeron todos los músicos de los sesenta, no sé si por patería, aunque no lo creo; al mencionar mi filiación todos sus colegas me mostraron un cariño y un respeto impresionantes; y eso se debe sólo a mi viejo, no a mí. En todo caso yo lo he visto tocar distintos estilos (de jazz a krautrock) y es impresionante. Durante años yo creía que no había grabado nada, pero si juntamos todas las grabaciones que hizo con Gerardo, el 45 del Ayllu y varias caleturas más, existirían varias muestras de su talento en la época. Más avanzada su vida hizo lo que muchos músicos de su generación: abandonó el rock por el latin jazz. El problema es que el grupo principal de mi viejo, Dr. Wheat, no grabó, y eso se ha perdido para siempre. Dr. Wheat es una leyenda: sigo encontrándome con viejos rockeros que recuerdan los dedos gordos de mi padre, como un boxeador, pasando de traste en traste por su bajo. Y esos mismos rockeros siempre recuerdan a mi abuelo y la ayuda que le dio al rock nacional, ya que cedió el garaje de la casa y permitió que lo insonorizaran con tecnopor (ahí además los músicos guardaban sus caleturas). Dr. Wheat fue ante todo un grupo vocal; estaban Pacho Mejía, el Mono Chaparro… unos vozarrones; quien sabe, si hubieran grabado habrían sido considerados los Byrds peruanos.
Los Mad´s tampoco grabaron.
Hay grupos que grabaron poco, a veces con escaso material propio y sólo un 45; están los que jamás grabaron porque les llegaba al pincho pacharaquearse, como es caso de Los Mad´s; están los discos bacanes malogrados por la falta de profesionalismo de la casa discográfica; y por último están los grandes grupos que no grabaron nada, como fue el caso de DR. Wheat, Kabul, Catarsis y un largo etcétera. Felizmente nos quedan los discos realmente existentes y la excursión psíquica para alucinar esa movida.
En Youtube hay cosas de Los Mad´s. Fácil debe ser el mejor grupo en la historia del rock peruano. Hasta llegaron a talonear a los Rolling Stones.
El caso de Los Mad’s es paradigmático de nuestra escena: de casualidad Mick Jagger y Keith Richards los vieron tocar en el Galaxy. Les dieron todo: departamento en Londres, estudio de grabación (Stargroves, nada menos), les permitieron telonear a bandazas como Taste o Derek & The Dominoes y los invitaron a Wight. Y Wight no fue cualquier cosa. Hubo 600 000 personas y musicalmente fue, según lo que he escuchado, el mejor festival de la época. Pero Los Mad’s perdieron la oportunidad; cuento en el libro el porqué de este suceso; ahora sólo nos queda escucharlos en las canciones que han colgado en YouTube y que al menos demuestran que realmente eran uno de los mejores grupos de rock de la región. A mí lo que me jode es que se perdió el mejor escaparate posible para un grupo de la primera escena del rock en el Perú; que Los Mad´s no tocaran en Wight fue una tragedia mayor que la cancelación del concierto de Santana.
Es muy difícil asimilar que de la noche a la mañana se haya quebrado el rock peruano, calificado como el mejor de Latinoamérica.
La contracultura de los sesenta y setenta se agotó en 1973 a nivel global, no sólo en el Perú. ¿Qué sucede por ese entonces?: crisis del petróleo, Watergate, golpe de Pinochet para implantar Chile como laboratorio privilegiado por los economistas de la escuela de Chicago. Se distribuyeron ácidos pateados a niveles industriales: basta ver el concierto de Altamont. ¿Quiénes estaban detrás repartiéndolos? ¿Por qué se sembró de heroína los guetos contraculturales? Además, desde la segunda mitad de los setenta, Latinoamérica se convirtió en un desierto gobernado por gorilas entrenados en la tristemente célebre Escuela de Las Américas. Véase el caso de Perú, Chile, Uruguay, Argentina, por poner los ejemplos más conocidos. El poder, la sombra económica que gobierna desde detrás de la política, exterminó, anuló, aburguesó, quemó y mató a una generación hermosa que de todas maneras hubiera hecho un mundo mejor. El caso de la muerte del rock peruano es sólo un pequeño punto en un movimiento geopolítico global frente al cual no tengo calificativos.
¿Cuánta responsabilidad tuvieron los protagonistas en esta súbita desaparición?
Muchos vieron la música como un hobbie y al acabar la universidad se pusieron a trabajar. Otros decidieron seguir en la música, emigraron y trabajaron de mercenarios en hoteles o grabando música pacharaca e hiperproducida; otros se fueron al latin jazz; algunos quemaron por las drogas. Pero lo determinante fue no conocer el do it yourself (el “hazlo tú mismo” del que hablaba el punk); el comportarse, a veces, como ídolos o rock stars, con un ego que los hacía leer la realidad de manera distorsionada, también ocasionó la ruptura de varios colectivos musicales. No quiero señalar culpables -en este caso no soy ni tombo ni juez; sólo un humilde detective privado trabajando ad honorem-, pero la verdad es que la generación no estaba preparada para la respuesta del sistema, que fue brutal. A mi padre, por ejemplo, le quitaron lo que más amaba: su música y la posibilidad de expresarla frente a alguien que lo comprendiera. ¿Qué haces frente a eso?
En aquella escena se vivía una suerte de conexión musical, como si Lima fuera un punto de “encuentro”. Pienso en Tarkus, el primer grupo de Heavy Metal en castellano, cuyo fundador fue un guitarrista argentino.
Para mí la música no es una carrera de caballos. Las escenas rockeras de los sesenta-setenta que más me gustan de América Latina son: Brasil, Uruguay, Chile, Venezuela y, obviamente, Perú. En ese sentido no soy nacionalista y menos aún chauvinista. Sobre el caso de Tarkus, el líder era Darío Gianella (argentino) y hacían hard rock en castellano en 1972. Solo que se olvida que en los 70 Pax hacía hard rock en inglés. Hay que decir que en la época se hablaba de “música pesada”. La etiqueta Heavy Metal alude más bien a este tipo de rock pero ya en los ochenta. En todo caso, podríamos decir que Tarkus fue “proto heavy metal”, si prefieres. Tarkus es un caso rarísimo: power trio con cuatro personas, dos argentinos y dos peruanos, haciendo rock pesado con temas propios y letras psicodélicas en castellano. Es una combinación recontra extraña y original. Y su historia, con esa secta como Los Niños de Dios y todos esos viajes, tanto internos como externos. Me lo pudo haber contado Philip K. Dick, pero en realidad lo hizo Christian Van Lacke, el hijo del bajista original de Tarkus; es bien loco, porque ambos somos hijos de los sesenta y de alguna manera estamos jugando de nuevo, a nuestra manera, un rollo que fue originalmente de nuestros viejos.
Como tal, Demoler es un libro extraño. Considero que los recursos multidisciplinarios de los que haces uso, lo vuelven más “plástico”, ya que también puede leerse como novela, crónica, ensayo.
Hay dos aspectos: el metodológico y el género en el que el libro podría clasificarse. Comienzo con el primero. Yo he estudiado literatura, soy licenciado en Comunicaciones y he llevado cursos de postgrado en España como vano intento de tener una base filosófica directamente destinada al estudio de la cultura y las mentalidades que la sustentan. Necesitaba ese saber para poder escribir este libro. Sin embargo, el 90% de mi cultura es autodidacta: yo me eduqué en la biblioteca de mi abuelo, el psiquiatra Humberto Rotondo, que estaba interesado en temas tan diversos como psicología, literatura, antropología, historia, artes plásticas y muchos más. A la hora de hacer Demoler tuve primero que hacer entrevistas (complicadísimas, llenas de detalles, como las del Nuevo Periodismo), análisis cualitativos, comprender la historia de la música; y luego sacar las implicancias del caso, basándome principalmente en las ciencias sociales y humanidades.
Sobre el género…
Parto de dos premisas y llego a una conclusión. En primer lugar, creo que una de las tantas deudas que existen a nivel latinoamericano es la historia del espectáculo y las mentalidades y valores que lo sustentan. En segundo lugar, Gilles Deleuze dice que los mecanismos de normalización del poder tienden a trazar líneas verticales y horizontales, es decir, a encajonar; abstraer significa también separar y en cierta forma, mutilar. Mi interés por eso está dado en las excepciones y en las discontinuidades; mediante grietas, ventanas hacia el otro lado, puede observarse lo que normalmente las instituciones del poder nos impiden conocer. Pasemos al tema del género. Yo soy un narrador, no un poeta ni un teórico. Lo mío es contar historias, es lo que más me divierte. Sin embargo, no solo me interesan las ficciones clásicas de la literatura universal, sino la historia, el periodismo, el cine y la narrativa gráfica. Además, soy fan de géneros como el policial, el horror y la ciencia ficción; por no hablar de los relatos de aventuras y viajes, tanto internos como externos. Todo eso está presente en mi mente cuando construyo una historia. Espero que se note. Creo, ahora que le tengo cierta distancia, que Demoler es un texto de fusiones, un libro mestizo. Tiene un 90% de narrativa y un 10% de ensayo. Todos los hechos contados han sido confirmados con la mayor cantidad posible de fuentes. Y sin embargo, este libro contiene un cierto grado de ficción: cuanto lo que me cuentan y que confirmo en mis habituales labores de investigador privado. Por un instante olvidemos que este libro ha sido escrito por un peruano radicado en España que se ha dedicado a reconstruir una serie de sucesos que acaecieron antes de su nacimiento. El género al que pertenece Demoler está claramente enraizado en una tradición anglosajona que se remonta, hasta donde recuerdo, a la biografía del doctor Johnson que escribió James Boswell en 1791. A Sangre Fría, Miedo y asco en Las Vegas, Por favor mátame, El corto verano de la anarquía, Conversaciones con Bakunin y un largo etcétera poseen bastante relación con el rollo que me planteé para escribir el libro; nuevamente, espero que eso se note.
¿Crees que el rock peruano pudo ser mejor se mantenía en el imaginario lo hecho por esta gente? Tengamos en cuenta que la escena actual atraviesa un muy buen momento, al punto que Los Protones, por ejemplo, son tributarios de Los Belking´s.
Prefiero no responder preguntas al estilo “qué hubiera pasado si…” Pero hay algo que sí me parece claro, y es que la influencia de la primera escena del rock en el Perú es algo que se ha dado recién ahora, en parte debido a la exhumación de material sesentero y setentero. Hay grupos brillantes: Los Protones, Don Juan Matus, El Cuy, Tlon, La Ira de Dios, Chamanes y un largo etcétera. Son una escena pequeña y todo el mundo se conoce, solo que también los conoce gente seleccionada alrededor del mundo. Además están surgiendo fusiones interesantes: Los Chapillacs, o los inclasificables Shaolines del Amor. El problema es lo escaso del público nacional (La Ira la rompe en Alemania y Matus en Grecia; pero aquí nadie los manya), pero el nivel musical que tuvo el rock hecho en el Perú en los sesenta ha regresado y ese momento es ahora. Tenemos un underground de lujo, falta una infraestructura y una cultura de conciertos mayor, pero creo que se ha avanzado bastante a nivel profesional. El sonido de los conciertos en los ochenta era malísimo, por ponerte un caso.
¿La escena rockera peruana, como tema, seguirá presente en tus futuros libros?
Voy a escribir una nouvelle de ficción inspirada en la historia de mi padre en Dr. Wheat. El rock está ahí como telón de fondo; lo que quiero hacer en ese libro es básicamente preguntarme por las relaciones humanas. Por cierto, no pienso hacer una segunda parte de Demoler, esa decisión ya ha sido tomada. Además, tengo bastantes proyectos en el congelador: hay una novela sobre la inmigración en España, una novela sobre mi familia paterna; ambos borradores debo reescribirlos… Tengo también una nouvelle de horror sobre la destrucción de idolatrías como mito fundacional peruano. Es una especie de Witchfinder General, la película de Michael Reeves, de 1968, donde entro de lleno en el horror como forma de entender el contrato social nacional… Pero lo más probable es que primero publique Parásitos. Es un ajuste de cuentas con los noventa, muy en la nota Russ Meyer, escrita en colaboración con José Carlos Irigoyen, mi socio en muchas de estas empresas literarias.
Aunque parezca redundante, la pregunta es inevitable: ¿qué es el rock para ti?
Para mí el rock no solo es un ritmo o un género musical. Es también una actitud y una serie de valores; lo que los griegos llamaban una paideia, es decir, una educación moral. Demoler lo escribí como un acto de amor, por eso tuve la paciencia de aguantar toda esta intensidad durante más de una década y no sacármela de encima antes sin haber confrontado datos. Este libro es por eso la respuesta a lo que la música me ha dado.
sábado, 1 de agosto de 2009
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