martes, 30 de diciembre de 2008

Entrevista en Expreso a Francisco Ángeles sobre LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO

El joven escritor y periodista acaba de debutar literariamente con la novela corta “La línea en medio del cielo” (Revuelta Editores).
Tus amigos ya pensaban que esta novela era una fantasía tuya y que el libro no existía, ¿cuánto te ha tomado elaborarla?

He convivido con el libro unos ocho años, desde que tuve la idea inicial hasta que me senté a escribirla. En todo este tiempo estuve tomando notas, pensando en la estructura precisa y hasta haciendo dibujos que me ayudaran a tener claro el concepto de lo que quería plasmar. Luego, escribir la obra me tomó tres meses aproximadamente, debido a que ya tenía bien claras las cosas.

–“La línea en medio del cielo” está dividida en dos partes muy diferentes, ¿esto no provoca un desbalance en el lenguaje?
La primera parte está muy corregida porque quería que posea una estructura fragmentada, pero caóticamente legible. La segunda parte es más lineal y más sencilla de leer, y fue más fácil de escribir, ciertamente. Hay un desbalance en el lenguaje, claro, pero es intencional. Si me das a elegir, te diré que me gusta más la segunda parte, porque no quería hacer un libro lleno de un lenguaje rimbombante, lo cual normalmente oculta la falta de ideas o la carencia de una buena historia. En suma, el lenguaje debe estar al servicio del libro y no para que brille demasiado, pues estaría sobrando.

–Tu protagonista ignora lo que le va pasando a su alrededor, ¿por eso escogiste llamarlo Ignat?

Verdad, fíjate que no lo había pensado así, pero tienes razón. Ignat suena a ignorante y exactamente él es un personaje ido, que no sabe por dónde viene la mano o no la ve venir. Cree que está en control de las cosas, pero en realidad no es así. Ignat es Ignacio en ruso y lo escogí porque quería un protagonista con un nombre distinto, que no sea castellano. Ese nombre me gustó mucho e incluso un editor quiso cambiarlo a Ignacio y me negué, por lo que no publiqué con su editorial.

–¿Qué buscas con esta novela?

Me interesa mucho que el libro sea una propuesta literaria, es decir, quería representar la imposibilidad de poder comprender las cosas que van pasando en la realidad, dándole un poco la contra a una idea de Mario Vargas Llosa –salvando las distancias– quien dice que la realidad es ilegible y que literatura trata de volverla entendible o comprensible.

–¿De qué se nutre tu obra?

El personaje Ignat tiene algunas cosas mías, como la poca conciencia política frente a lo que sucede en el entorno, el cual no entendía muy bien que digamos, ni qué me interesaba conocer realmente en la época de la universidad. Si bien mi grupo de amistades estaba muy metido en lo político, contra Fujimori y todo eso, yo estaba al margen. En la novela busco plasmar esa apatía y distancia frente al entorno, sensación que tuve. Además, el libro toma forma cuando el tema político se mezcla con otro tema que me interesaba: el de la muerte, que me atraía mucho. A esto se sumó una paranoia asfixiante que percibí en un trabajo que tuve.

–¿Y piensas en un lector?

Me gustaría tener un lector que sepa valorar el libro como una propuesta distinta y como un riesgo. Un lector que busque leer al escritor más que al argumento en sí mismo.

–Finalmente, ¿cuál es tu próximo proyecto?

Estoy pensando en una nueva novela que me debe tomar un par de años. Quisiera que esta obra represente a la época de internet, sin dejar de lado la paranoia.

TOMACINI SINCHE LÓPEZ
El dato: Ángeles (Lima, 1977) estudió Literatura en la UNMSM. Actualmente es coeditor de la revista de literatura El Hablador (www.elhablador.com) y es director del portal literario Porta9 (www.porta9.com).
Publicado en Expreso

lunes, 29 de diciembre de 2008

Entrevista en El Peruano a Francisco Ángeles sobre LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO

NOVEL. ESCRITOR FRANCISCO ÁNGELES PUBLICA LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO
Una perspectiva del mundo

Novela explora aspectos como la paranoia y el mundo interno

Autor valora más el contenido que una escritura bien lograda

“Me importa que un libro exprese el momento. Los libros deben de ser personales, pero no autobiográficos”.
Francisco Ángeles (Lima, 1977) explica así el nacimiento de La línea en medio del cielo (Revuelta), su primera novela, que desde 2000 tenía planeada, pero que, finalmente, con pausas largas, terminó publicando este año.

¿Hubo algunas influencias directas para elaborar esta novela?
–He hecho una suerte de pequeños homenajes a libros como Salón de belleza, de Mario Bellatin; Respiración artificial, de Ricardo Piglia; Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi; y Un artista del mundo flotante, de Kazuo Ishiguro; y todos los libros de Kenzaburo Oé, que tienen una pasión desbordante. Todas esas referencias tienen sentido dentro del texto en sí.

Cada escritor se forma un lector ideal. ¿Cuál es el tuyo?
–En realidad, un lector ideal es uno mismo. Pero pienso en los jóvenes porque leen más que los adultos.

¿Qué representa la obsesión del personaje Ignat por mostrar fotografías a gente que luego la deja de lado?
–Es una manera de ver cómo el contexto te puede ir absorbiendo. En mi caso, cuando ingresé a San Marcos, era una época convulsa, con mucha gente metida en la política. En 2000, se dieron muchas marchas contra Alberto Fujimori y a mí no me interesaba nada. Pero de alguna manera esa realidad impactaba en mi mundo interno.

Hablabas que buscas ir contra la tradición...
–Mario Vargas Llosa decía que la realidad es ilegible y que la novela le daba coherencia. Deseo representar más o menos la realidad tal cual, con las cosas que suceden y que uno no entiende, con un texto legible y coherente. Por ejemplo, la paranoia es un tema que me interesa mucho.

Y el tema del “escribir bien” te incomoda.
–Hace años que le tengo bronca a eso de escribir bien y bonito, aparecen por montón escritores que tienen su estilo, con ritmo, pero al final eso no vale nada. Me parece que la narrativa peruana, en su mayoría, ha sido tan mala que nos conformamos con valorar lo bien escrito, aunque no diga nada ni tenga perspectiva del mundo.

¿De quiénes te interesa la forma en que escriben?
–El poeta Mario Montalbetti dice que siempre hemos escrito con la lengua y no contra la lengua. Es momento de hacerlo. Alguien que escriba de acá a 15 años no dirá: Los árboles que se mecen suavemente; eso ya no corre. Mi segunda novela tendrá que ver con eso.

DatosEs coautor de los web colectivos Porta9 (http://www.porta9.com/) y El Hablador (http://www.elhablador.com/).
Publicado en El Peruano.
Imagen, Francisco Ángeles, tomada del reportaje sobre bloggers en Domingo, de La República.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Entrevista en Caretas a Francisco Ángeles sobre LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO

El director del visitado portal literario Porta9, Francisco Ángeles, entrega su primera novela

Por Juan Carlos Gambirazo*

La enajenación de un personaje y su relación con gente a la que jamás llega a conocer realmente, en el contexto de un gobierno que manipula a la población, es el ambiente en el que gira La línea en medio del cielo, la primera novela de Francisco Ángeles bajo el sello de Revuelta Editores. Aquí una breve conversación con el autor, influenciado según propia confesión por Fuguet, Bellatin y Kenzaburo Oe.

Hay en este libro un trasfondo político tenue, un paralelo que nunca llega a tomar peso.

La gran idea de la novela es no entender la realidad, verla en un contexto ilegible, como un juego de máscaras que van cambiando. Quise representar un poco el asunto político, pero no quería hacer una novela realista, tradicional. Quise ser fiel a cómo yo veía en esa época el tema.

¿Cuándo empezaste a escribir el libro?

En el año 2001. La idea era retratar de alguna forma una época que yo viví en el año 2000. Fue un año raro y bastante convulso internamente. Muy concentrado en lo mío, no veía nada más allá de la gente que me rodeaba, que eran pocos. Mis amigos participaban en las marchas contra el gobierno y yo estaba en otra. Entonces quise indagar cuál era el punto de contacto entre esa realidad macro que era la etapa final del mandato de Fujimori y mi vida.

Paralelamente a la creación, tienes también otras vinculaciones con la literatura.

Tengo una página web colectiva de literatura, se llama Porta9. Somos diez personas. Este año hice cerca de 40 entrevistas en video. Reseñamos uno o dos libros a la semana, casi siempre peruanos y actuales. Visité cuatro ciudades buscando escritores: Trujillo, Arequipa, Chimbote y Cusco.

¿Qué otras publicaciones estás preparando?

Espero publicar en el 2010. Me interesa mucho lo que es internet como cambio cultural. Sobre esta novela me han dicho que es bastante cerebral. Yo no quise hacerla exactamente así, me hubiese gustado que tenga algo de corazón.
* Publicado en Caretas 2058.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Javier Ágreda sobre LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO

El crítico y escritor Francisco Ángeles (Lima, 1977) se ha hecho conocido a través de medios “virtuales” como la revista El Hablador y el novedoso portal literario Porta9, que él dirige y para el que ha entrevistado a los más importantes escritores de todo el Perú. El salto a la palabra impresa (todavía imprescindible) lo acaba de dar con su primer libro La línea en medio del cielo (Revuelta, 2008), una novela corta pero compleja, en la que el contexto real se confunde constantemente con las obsesiones y fantasías de Ignat, el paranoico protagonista de esta ficción.
Ambientada en un país innominado, que remite al Perú de los peores momentos de Fujimori, la narración tiene como eje la historia de amor de Ignat y Virginia, aunque esta historia no es presentada de una manera fragmentada y elíptica. Virginia además forma parte de un extraño grupo de activistas políticos, junto con Zeta, “el hombre de las patillas” y “el hombre de las gafas”. Hay mucha violencia y represión, asesinatos y desapariciones (especialmente en los primeros capítulos), que crean una atmósfera opresiva de inseguridad y desconfianza. Para Ignat, todos, incluyendo a Virginia, son siempre sospechosos de espionaje y dobles juegos.
En paralelo a esa historia se cuenta otra, también con personajes bellatinianos como “el joven de la cabeza rapada” y “el viejo que escribe”. Este último está encerrado en un manicomio, obsesionado con la muerte, y escribe compulsivamente y sin ningún orden en un cuaderno usado. No hay que ser muy suspicaz para darse cuenta de que ese viejo es en realidad Ignat, y que el resultado de su escritura es la novela que estamos leyendo. Las dos líneas narrativas se complementan bien y logran integrar aspectos como el contexto político y las obsesiones personales, la acción y la reflexión, la realidad y la ficción.
Sin embargo, la novela presenta algunos defectos y problemas. La brevedad impide el adecuado desarrollo de personajes y situaciones (por ejemplo, Ignat tiene dudas acerca de Virginia desde el primer momento, pero pronto se casa con ella); hay también un exceso de ambigüedad e indefinición en todo el relato (los personajes nunca ven claramente, solo “vislumbran” las cosas) y, principalmente, una prosa demasiado pobre, áspera y falta de precisión. La línea en medio del cielo presenta a Francisco Ángeles como un narrador inteligente y original, pero al que aún le falta trabajar mucho todo lo relativo al lenguaje, el elemento más importante de la obra literaria.
Publicado en el diario La República

domingo, 21 de diciembre de 2008

Martín Palma Melena sobre LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO

¿Recuerdan la película El laberinto del fauno (España-México, 2006)? El contexto histórico nos remite a algún pueblo español en 1944: a sólo cinco años de finalizada La Guerra Civil…

En aquella historia, Carmen (Ariadna Gil) viaja a ese lugar para encontrarse con su nuevo esposo, Vidal (Sergi López), un oficial sanguinario y franquista y destacado allí para acabar con los últimos remanentes republicanos aún existentes en los montes de esa región. A Carmen la acompaña su hija, Ofelia (Ivana Baquero), una niña con gran imaginación y sensibilidad.

II

Al ser todavía muy joven, Ofelia si no comprende sí siente con mucha nitidez toda la crueldad en ese nuevo ambiente. A ella esa crueldad le resultaría intolerable, de procesarla en toda su crudeza, pero debe procesarla de alguna forma…

Por tanto, desde mi particular interpretación, a lo largo de toda la cinta, se nos muestra un universo fabuloso por el cual nuestra pequeña protagonista se las ingenia: para decodificar una realidad eventualmente ya insoportable en toda su desnudez; para representarla mediante personajes fantásticos o hasta monstruosos pero al menos mucho más digeribles y manejables por un niño…

Pero ojo: Ofelia no es una alienada; sólo potencia al máximo recursos utilizados por cualquier menor para protegerse de un mundo hostil que desequilibraría emocionalmente a cualquiera no preparado.

III

En la novela La línea en medio del cielo, existe un protagonista llamado Ignat, quien me recuerda mucho a Ofelia…

Ignat vive en una ciudad no identificada y casi atemporal, aunque no carente de conflictos fácilmente asociados con los de una ciudad como Lima; conflictos percibidos como ecos lejanos dentro del mundo interior de aquel muchacho.

En este libro, muchas cosas terminan siendo muy diferentes de cómo inicialmente las habíamos entendido, por ejemplo: el personaje de Ignat y el del anciano son originalmente dos seres distintos y comparten un mismo tiempo y espacio; sin embargo, ambos hombres después parecen uno solo aunque el más viejo acaba convertido en un narrador muy posterior a la historia del más joven; empero, Ignat y el viejo podrían ser también una misma psiquis algo esquizofrénica y desdoblada en dos personalidades que permanentemente están dialogando entre sí.

IV

No obstante, pienso, esta ficción se esclarece no cuando intentamos hilvanar la alterada lógica de Ignar; se esclarece cuando nos entendemos cual simples testigos de cómo Ignar desde su subjetividad está decodificando y dándole significado a una realidad ya insoportable en bruto.

Este personaje tiene en sus narices a un mundo que quizás se le está hasta desmoronando y del que sólo vislumbramos algunos indicios: por una parte, un ambiente opresivo y hasta policiaco; por otra parte, revueltas sociales; por otra parte, personas que no inspiran confianza y que podrían estar asumiendo identidades falsas para vigilar y espiar…

Sí: el muchacho podría ser un paranoico bajo un régimen totalitario cuya atmósfera estaría muy enrarecida…

Sin embargo, si Ofelia se vale de sus fantasías infantiles, Ignar se vale de teorías conspirativas y conjeturas desvariadas: para diluir la densidad de un entorno amenazante y no comprendido quizás cabalmente pero sí sentido muy intensamente; para convertir a un mundo convulsionado y asfixiante y hasta horroroso en uno solamente misterioso e intrigante que filtre a la realidad solamente en dosis aceptables…

En otras palabras, si la realidad nos resulta ya intolerable, siempre podremos aprehenderla mejor mediante alguna narrativa (sea ésta del género que sea): esto hace Ignar con sus especulaciones sobre supuestos o verdaderos espionajes y seguimientos policiales; esto hace Ofelia con sus fábulas entre infantiles y fantásticas…

Sin embargo, de una u otra forma, la realidad siempre se las ingenia para embestir a Ignar.

V


Y bajo está lógica, ¿qué sería la línea en medio del cielo?

El cielo representaría la afiebrada subjetividad del protagonista (quien parece vivir en las nubes); representaría no exactamente un mundo idealizado o bello sino un mundo más bien reelaborado y sesgado y matizado con claroscuros aunque aun así más atenuado en relación al mundo real (el cual no espanta sino únicamente angustia, porque precisamente está latente y nunca llega a irrumpir plenamente).

En dicho cielo, la línea sería esa fisura que no deja de ensancharse y por la que la realidad de todas formas siempre está filtrándose a cuentagotas y causando por eso permanente ansiedad; realidad que el lector debe estar constantemente imaginándola y reconstruyéndola por muchas pistas dejadas en la ficción…

No obstante, esta novela vale más por lo que nos sugiere y no tanto por lo que nos dice; nos invita a los lectores a escribirla sea complementándola o sea acabándola…

¿Habré interpretado correctamente el título de esta novela? Ya eso lo dirá el autor, Francisco Ángeles…

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Bibliografía

Ángeles, Francisco. La línea en medio del cielo. Lima: Revuelta Editores, 2008. 88 páginas.

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Publicado en Carta Náutica

José Guich sobre LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO

Las opciones narrativas del común de escritores noventeros -aquellos nacidos durante la década de 1970- parecían haberse saciado de malditismo estridente e ingenuo, sin mayores alcances estéticos ni placer por el riesgo. Ya había una saturación empalagosa de sustancias tóxicas, animales seccionados, piercings, sexo duro y grandulones que jugaban a ser los amos de su propio reino hedonista y disfuncional. De ese periodo quedan, naturalmente, pocas obras que se precien de un altar decoroso en los templos del sistema.

Francisco Ángeles Menacho (Lima, 1977) ha sabido distanciarse con prudencia de semejantes mamotretos y propone otros frentes de batalla con su novela corta La línea en medio del cielo (Revuelta Editores, 2008). Formado en la Universidad de San Marcos, Ángeles ejerce el periodismo y la crítica en diversos medios, tanto físicos como virtuales. En tiempos recientes, animó el blog Porta9, uno de los más visitados y polémicos.

La apuesta de La línea en medio del cielo se nutre de ambigüedad. Es un mérito que la escritura del texto no se precipite en truculencias o densidades sólo para iniciados, a pesar de esa rara atmósfera de verdades a medias. A partir de tales premisas, Ángeles traza la historia de Ignat y Virginia, cuyas identidades son un misterio sin solución. La novela, en sí, se erige como enigma en cuanto a la realidad que viven los personajes; ella se intersecta permanentemente con lo irreal o con una sensación de que nada ha ocurrido: todo es ilusión o magma ficcional que busca su cauce. Las deudas con el Ricardo Piglia de Respiración artificial se anuncian sin pompa o cálculo efectista -otro logro del autor-. No obstante, aún es posible bruñir el fraseo y evitar breves descensos en el estilo que, en rasgos generales, cumple con sus objetivos de manera solvente.

Corren inéditas brisas en las novísima literatura peruana. Los jóvenes se animan a liquidar las manías estereotipadas. Y Ángeles aspira a ser eje de ese cambio. Es justo y necesario.

Publicado en el
Diario Correo

sábado, 20 de diciembre de 2008

Alonso Cueto sobre THE CURE EN HUANCAYO

The Cure in Huancayo (Revuelta), de Ulises Gutiérrez, y Herencia de Familia (Mesa redonda), de Patricia Miro Quesada, acaban de publicarse en ediciones cuidadas, que revelan el buen trabajo de ambas jóvenes editoriales. Lo mismo puede decirse de Pedro Casusol y su Cat Food (Borrador). Junto con otros, los tres son un ejemplo de la calidad de un grupo de autores nuevos, cuya pista vale la pena seguir.
Los relatos de Ulises Gutiérrez, ambientados en la sierra central, están escritos con una mano que no rehúye contar su historia pero que lo hace con enorme cuidado por la creación de atmósferas y escenarios. En el cuento que da título al libro, Gutiérrez describe las peripecias de un grupo de jóvenes recogidos por los soldados en los tiempos de la guerra senderista.
En su imagen final, los muchachos ven un árbol de caucho, lejos de la selva, su hogar natural. La descripción del árbol de ramas delgadas como brazos, trémulo, desterrado, parece ser el final adecuado para la historia de una distorsión, la de la “vida que les ha tocado vivir”, a los personajes. Todos los relatos de Gutiérrez logran transmitir una intimidad ejemplar con sus escenarios.
Lo mismo ocurre con los salones, las oficinas y las calles de Lima donde discurren las historias de Herencia de familia, de Patricia Miro Quesada. En sus protagonistas femeninas, profesionales de clase media, aparece la tensión interior que las hace vivir para un lector.
De todos los relatos, “Cirugía mayor” es sin duda uno de los más logrados, especialmente por su solución final. “El ascensor” podría ser un ejemplo de lo que perciben muchos de sus personajes, atrapados, esperando que las puertas se abran.
Pedro Casusol ofrece un mundo adolescente, el de los jóvenes de la ciudad que viven al “cien por ciento de nada”. Sumergidos en el caos urbano, yendo en círculos, frente a la pesadilla de las ratas saliendo de los baños, sus jóvenes protagonistas se contentan con la comida de gato que tienen a la mano.
Entre otros autores, Daniel Zúñiga puede agregarse a estos nombres con talento, que esperamos sigan dándonos libros tan verdaderos como estos. En todos ellos aparecen dos características indispensables en un escritor: una historia propia que contar y la capacidad de hacerla creíble y verdadera.
Publicado en Perú 21

viernes, 19 de diciembre de 2008

Jeremías Gamboa sobre LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO


PALABRAS DE PRESENTACIÓN. FERIA DEL LIBRO RICARDO PALMA
LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO
Por Jeremías Gamboa

“La primera línea podría ser el hotel”, señala, en la primera línea, el elusivo narrador de la primera novela de Francisco Ángeles, La línea en medio del cielo. Podría ser el hotel, sí, en donde ha habido un crimen de proporciones que le da al lector la sensación de entrar en una corta y trepidante novela policial, pero podría también ser una banca solitaria, la escena de una boda, una conversación en un local de bailarinas, un cielo estrellado o un chico mirando fotografías. O cualquier cosa. En el mundo de ficción de Ángeles cada línea es como un salto al vacío, cada línea podría ser cualquier cosa y todas porque aparentemente, en el desarrollo de los hechos de este libro, todo es intercambiable, nada esta fijo, todo puede mutar de un momento a otro.

¿Y entonces porque la primera línea “es” el hotel? Simplemente porque alguien lo decidió así; alguien, nunca sabremos con total certeza quién, decidió empezar así ese cuaderno de notas que parece abrirse ante nuestros ojos y que señala una serie de escenas, personajes, atmósferas que se suceden en un clima de ensoñación y asombro. El propio cuaderno lo señala en la página 87 del libro: “El cuaderno era la única historia, la única verdadera y la única posible. Todo estaba allí, en ese entrecruzamiento que comenzaba y recomenzaba infinitas veces, en esos episodios superpuestos que ya no se podían desligar unos de otros”.

De modo que estamos ante un cuaderno en el que alguien señala que la primera línea podría ser un hotel. Y lo es, y en él ha habido un brutal crimen. Desde entonces, como en un viaje onírico que nos lanza de una escena a otra, se suceden diferentes situaciones en las que los mismos personajes —un triángulo compuesto por Ignat, Virginia y el hombre de la cabeza rapada o Zeta— interpretan diferentes papeles, edades, posiciones, ante la perplejidad del lector. Ignat, el muchacho despistado, aturdido y dostoievskyano de las primeras páginas de la novela es a la vez un viejo que escribe en un cuaderno —acaso el narrador de la novela que leemos— y trabaja en una funeraria, un hombre enclavado en una oficina, un coleccionista de fotografías de personas que van a morir, un novio esposado a un matrimonio esquivo y trágico; Virginia es una muchacha desvirgada en un hotel, una mujer condenada al dolor y a la muerte desde el día de su matrimonio, una estudiante enamorada, una prostituta dedicada al baile y también una espía de los servicios de inteligencia del Estado; Zeta, o el hombre de la cabeza rapada, es el tercero en el triángulo, el amante de Virginia, el suicida que acude a Ignat para ser retratado antes de morir. No son todo esto de manera sucesiva o lineal, como podría ocurrir en la vida de personas que han experimentado diferentes posiciones con el paso del tiempo, sino que lo son de modo simultáneo y aparentemente ilógico. Como en un teatro de máscaras en el que intercambian posiciones, los tres y otros personajes —pienso en el Hombre de patillas, por ejemplo— se cruzan, entrecruzan o se encuentran con ellos mismos, parecen reclamar un espacio en el que lo aleatorio y azaroso proviene acaso de la lógica del surrealismo o de un mundo fantástico o acaso delirante. Se trata de La línea, otra más, entre el sueño y la vigilia. O entre la cordura y la franca locura.

Hasta ahí estaríamos ante una novela breve de corte surreal que parecería deberse a los influjos de un Antonio Tabucchi o a un relato paranoico al estilo de Mario Levrero. Y sí, hay en La línea en medio del cielo algo de esa extraña intensidad de las novelas del autor italiano o del uruguayo y sin duda, al leerlo, el libro de Ángeles me trajo a esos autores y, además, a la figura espectral de Mario Bellatin, acaso corporizado en el hombre calvo. Yo me atrevería a creer que no necesariamente es así. Aun cuando no pensaría derrumbar el árbol de referencias de este autor —Tabucchi, Levrero, Bellatin— creo que estamos ante una novela abiertamente posmoderna, en la que los sucesos que se dan de modo caprichoso o ilógico responden más al modo en que escribe quien escribe en ese cuaderno que se abre a nuestros ojos, esa persona que intenta tocar un mundo candente y traumático y que decide que la primera línea será un “hotel”.

¿Quién narra y escribe este libro y por qué? ¿Qué lo obsesiona? ¿Qué es lo que intenta abordar en él? A mí me queda la impresión de que quien está detrás de todo esto es Ignat, solo que no sé si es el Ignat joven que proyecta su vejez como un juego literario o si es ese anciano que intenta recontar los momentos más álgidos de su vida sentimental y que en la escritura esconde, escamotea, se elude a sí mismo ante el reto de tocar una historia de la que solo tenemos retazos. A mí me parece que es ése el narrador. Y si uno atiende el libro y sus entresijos encontrará algunas obsesiones que hablarían de sus motivaciones y pulsiones: una paranoia desaforada, un matrimonio condenado al fracaso y a la destrucción, un crimen bárbaro, un triángulo amoroso en el que no se descarta la traición femenina. Es a partir de allí que uno puede reconstruir las versiones posibles de aquel trauma, pero en la búsqueda que emprende el Ignat anciano de todas sus posibilidades, en la recreación de todos los hechos y su automática negación, uno solo encuentra las dudas de quien parece hacer y rehacer el pasado a su antojo ante la dificultad de nombrar directamente lo que quema, lo que sacude, y hacerlo siempre amparado en la libertad y la licencia de la ficción. “Solo veremos el derrumbe, muy antiguo” dice el narrador, “las ruinas de un pasado que solo queda idealizar, falsear, maquillar, creer distinto, mejor, superior. Y entonces el cuaderno, y entonces la escritura” (p 67)

“La línea siempre oculta”, se llama la segunda parte de esta novela, y el título es realmente justo: en ella la escritura es un corregir constante de la imagen que se tiene del pasado, un ocultar lo que está alojado al centro y un trazar un recorrido circular sobre un fondo profundo y vacío, un nombrar para ocultar. Quizás en ello, y en el clima paranoico y de resonancias políticas que contamina la novela, es que se descubre la otra gran presencia de este libro, la del argentino Ricardo Piglia. Como en muchas de sus ficciones, en esta breve novela de Francisco Ángeles no hay verdades fijas, imágenes detenidas o historias cabalmente delineadas. Solo asistimos a ver la punta de un iceberg que, oculto, está ahí, innombrable, inasible, inexpresable.

La línea en medio del cielo es por ello un libro intenso y de una extraña belleza. Leerlo ha sido para mí la certificación de que la narrativa peruana, y sobre todo la más joven, ha salido a crecer en la dirección que le da la gana y con buena salud. Ángeles ha escogido su veta y ha sido valiente en ella. Y con ella, con esta novela, ha abierto aun más el abanico de propuestas y alternativas de la literatura peruana reciente.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Fernando Ampuero sobre LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO

PALABRAS DE PRESENTACIÒN. FERIA DEL LIBRO RICARDO PALMA

LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO
Por Fernando Ampuero

Sobre La línea en medio del cielo, novela de Francisco Ángeles –joven hombre de letras y hoy famoso cibernauta (administrador del visitado Porta 9, blog de disección literaria) – quiero decir algo que tal vez suene muy sencillo, pero que, en mi forma de entender la literatura, constituye un elogio mayor: La línea en medio del cielo es un muy buen primer libro, que se lee con gran interés y muy rápido (en un par de horas, a lo sumo), y que además, por si fuera poco, dejará inquietantes resonancias en sus lectores, quienes al concluir la lectura no podrán resistir la tentación de volver sobre sus páginas a fin de releer uno que otro fragmento o capítulo.

Esto último quizá se deba a que estamos ante ese tipo de obra en las que uno siente que el autor nos escamotea ex profeso algunos datos, pero sin hacernos trampa. Más claro: los datos perdidos andan por ahí, flotando en las entrelíneas, o bien inteligentemente dispersos en el éter de la lectura, en el tránsito de los episodios, en alguna posible reconexión.

La novela de Ángeles, a mi criterio, se inscribe sesgadamente en la tradición de tres respetables mentores: Franz Kafka, Witold Gombrowicz y Jorge Luis Borges. Se respira aquí la atmósfera kafkiana, el clima de complot y de delirantes conjeturas de Gombrowicz, el ansia de asombro de algunos relatos borgianos que nos recuerdan a Chesterton.

La línea en el medio del cielo, de alguna manera, es una suerte de policial metafísico. No es una novela realista, sino más bien una novela sobre los orígenes de la realidad. Nada de lo que leemos es lo que parece ser, y viceversa. La vida y la ficción, digamos, son un acertijo por descifrar, un punto de tortuosos entrecruzamientos y un nivel oculto de comprensión y de emociones que solo un grupo de iniciados puede intuir o percibir. La realidad se expresa como un laberinto del tiempo. El lector está siempre con un pie en la realidad y otro en el sueño y/o la locura. Y, algo más interesante todavía, uno sospecha que en el vaivén entre tales extremos, que nos conduce por pistas falsas, se encuentra la verdad de una narración que se dispersa, o bien se recompone, en una lógica ajena y paralela a lo que dicta el sentido común, una lógica siniestra y esquizoide.

En esta extraña novela de Francisco Ángeles, el tiempo se nos presenta como un tejido de situaciones que se transforma en episodios que no aspiran a ser secuenciales, ya que aquí la continuidad no es la forma más apropiada de revelar lo que sucede. Las escenas se ordenan como en golpes de calidoscopio, dejando ver cuadros con formas y colores que ofrecen detalles en común, pero que se alejan de todo principio de orientación.

Una lectura superficial nos dice que tenemos ante nosotros a un personaje protagónico, un tal Ignat, muchacho sin pasado ni futuro. Ignat, desde un primer momento, muestra su potencial de riesgo disponible. Nada lo intimida, todo llama su atención y despierta su curiosidad.

Así las cosas, Ignat conoce a Virginia, supuesta compañera de trabajo, y ésta a su vez le presenta a un grupo de amigos que trabajan en oficinas vecinas. El muchacho rapado, el muchacho de gafas, etc. Todos son jóvenes y burócratas, al parecer inmersos en anodinos cargos de ministerios públicos, y algunos, por presuntas vinculaciones universitarias, andan involucrados en actividades políticas. Ángeles, con ligeras pinceladas, recrea la alegre camaradería de ese grupo de jóvenes amigos, por llamarlos de algún modo, pero pronto nos insinúa que a lo mejor todo es falso, que nada es natural sino planificado, que todo es una conspiración.

La novela empieza con una escena chocante. Varios jóvenes aparecen muertos en una habitación miserable de hotel. Todos los cadáveres se encuentran juntos y desnudos, con profundos cortes en las muñecas y en posiciones que hacen pensar que han perdido el aliento vital en tanto mantenían relaciones sexuales. Se desconoce qué los llevó a la muerte, pero se presume un suicidio colectivo. Este incidente, si se quiere, puede ser un anticipo del final al que está destinado el grupo de amigos. (No lo sabemos entonces, y no sé si alguien, después, consigue saberlo con certeza). Estos amigos, que conforman una secta –y digo secta, pues no tengo otro modo de aceptar sus propósitos comunes–, rinden culto a la muerte. La muerte, según piensan, es el trance más importante de la existencia. La muerte convierte la vida en un absurdo, pero dotándola de sentido. Ellos, incluso, pareciera que revaluaran la muerte (el accidente, la enfermedad, el suicidio y el homicidio) como una mística del absurdo.

A Ignat le obsesiona los instantes previos en que una persona sabe que va a morir. Conoce al dueño de una funeraria, un viejo que enviudó en su misma ceremonia de bodas, pues su novia falleció en el pasillo central de la iglesia, camino al altar, mientras la veía llegar.

Existe una fotografía de esa boda, que es justamente una imagen que registra el momento. Los novios cruzan miradas, pero solo la mirada de ella interesa, ya que la novia está a punto de morir. Ignat descubre la foto y se la pide al viejo, casi como si reclamara algo propio (tal vez se trata de un caso de “reminiscencia del futuro”). Se supone que el fotógrafo debió estar detrás del novio, si consideramos que la imagen es una réplica de esa visión subjetiva para decirlo en términos del argot cinematográfico. La novia trasmite al novio el sentimiento de su muerte.

Esa mirada detenida en el tiempo es el vértice de la novela, el punto de ebullición.

Ignat se adueña de esa foto e inicia una colección de fotografías. Se trata de gente que ha sido fotografiada en idéntico trance: sabiendo que están a punto de morir. Y con esa singular colección de fotografías (llegan a reunir tres imágenes) se articula secretamente las vicisitudes de la secta.

¿Es esto que cuento lo que realmente sucede en la novela? No lo sé. Hay un viejo que escribe, pero que también podría ser el propio Ignat cuando llega a viejo y escribe sus memorias. Hay, también, un tráfico de identidades, en las que no está nada claro, así como una serie de divagaciones y paranoias, que nos presenta la escritura difusa y misteriosa del mencionado viejo, donde el presente y el pasado se entremezclan.

¿Cuál es “la línea en medio del cielo”? Eso sí lo sé, o sería mejor decir: creo saberlo. Y es que cada lector tendrá que hallar la respuesta.

No quiero avanzar con más digresiones, para no privarlos del placer de explorar por sí mismos los vericuetos de esta siempre sorprendente narración. Doy, para concluir, una acotación que juzgo relevante: el escenario y el lenguaje utilizados. La ciudad donde se mueve Ignat, Virginia y la secta (el chico rapado, el chico de gafas) podría ser cualquier ciudad. El autor se cuida mucho de no mostrarnos un contexto identificable. El lenguaje, de otro lado, es puntual, meticuloso y neutro. Ni siquiera da cuenta de modismos peruanos. Por ejemplo, en vez de escribir “anteojos” dice “gafas”, o, al referirse a los cigarrillos, en vez de decir “cajetilla” dice “paquete”.

Francisco Ángeles, en suma, busca asumir riesgos y tiene nervio de buen narrador. Yo lo felicito sinceramente por su entrada con tan buen pie en la literatura.

….

Fernando Ampuero (Lima, 1949) es uno de los escritores peruanos más importante de hoy. Es autor, entre otros, de los celebrados libros “Malos modales”, “Caramelo verde”, “Puta linda”, “Paren el mundo que acá me bajo” y “Hasta que me orinen los perros”. Hasta fines del 2008 fue director de la Unidad de Investigación y del suplemento cultural El Dominical del diario El Comercio.
Publicado originalmente en Proyecto Patrimonio.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Presentación de EL ORDEN DE LA SOLEDAD de Aldo Vivar

Revuelta Editores tiene el agrado de presentar el primer libro de cuentos de Aldo Vivar, EL ORDEN DE LA SOLEDAD.
Lugar: Pescados Capitales (Av. La Mar 1337, Miraflores).
Hora: 8 : 00 pm.
Los comentarios estarán a cargo de los destacados escritores Iván Thays y Alonso Cueto.

martes, 2 de diciembre de 2008

PRESENTACIÓN DE LA NOVELA DE FRANCISCO ÁNGELES

Lugar: Anfiteatro Chabuca Granda de la Feria del Libro Ricardo Palma (parque Kennedy, Miraflores)

Día: Jueves 4 de diciembre

Hora: 08.00 p.m.

Participan: Fernando Ampuero y Jeremías Gamboa

Revuelta Editores tiene el gusto de invitarlos a la presentación de la novela La línea en medio del cielo, primer libro de Francisco Ángeles, que se llevará a cabo este jueves 4 de diciembre en el marco de la Feria del Libro Ricardo Palma.

Presentarán el libro dos destacados escritores y periodistas: Fernando Ampuero, autor de larga trayectoria con más de una decena de libros de narrativa, entre los que cabe resaltar la novela corta Caramelo verde y los cuentos de Malos modales; y Jeremías Gamboa, quien en 2007 debutó con el prometedor libro de cuentos Punto de fuga, uno de los mejores libros del año pasado.

Sobre La línea en medio del cielo dice la contratapa:

“Un viejo que trabaja en una funeraria, un grupo de conspiradores que no se sabe si realmente son conspiradores, un médico que cuenta historias de desaparecidos antes de desaparecer él mismo y un tipo con una extraña colección de fotografías son algunos de los personajes que aparecen en esta breve e intensa novela que explora los límites entre la realidad y la ficción.
Con una prosa precisa y vibante, La línea en medio del cielo es un apasionante viaje onírico que se desarrolla a través de sugerentes silencios, que cuenta muchas historias en medio de un trasfondo político que revela la posible ausencia de fronteras entre el mundo de la intimidad y el complejo mundo exterior.
La línea en medio del cielo es una novela que está llamada ocupar un merecido lugar de privilegio en el interesantísimo panorama de la nueva narrativa peruana, la cual nos permitirá conocer a un escritor de raza y riesgo como Francisco Ángeles”.


Francisco Ángeles (Lima, 1977)
Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado entrevistas, textos de ficción y de crítica literaria y de cine en distintos medios. Es coeditor de la revista virtual de literatura El Hablador y dirige el portal literario Porta9 (www.porta9.com).

Un abrazo cordial

David Ballardo
Gabriel Ruiz Ortega

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