domingo, 21 de diciembre de 2008

José Guich sobre LA LÍNEA EN MEDIO DEL CIELO

Las opciones narrativas del común de escritores noventeros -aquellos nacidos durante la década de 1970- parecían haberse saciado de malditismo estridente e ingenuo, sin mayores alcances estéticos ni placer por el riesgo. Ya había una saturación empalagosa de sustancias tóxicas, animales seccionados, piercings, sexo duro y grandulones que jugaban a ser los amos de su propio reino hedonista y disfuncional. De ese periodo quedan, naturalmente, pocas obras que se precien de un altar decoroso en los templos del sistema.

Francisco Ángeles Menacho (Lima, 1977) ha sabido distanciarse con prudencia de semejantes mamotretos y propone otros frentes de batalla con su novela corta La línea en medio del cielo (Revuelta Editores, 2008). Formado en la Universidad de San Marcos, Ángeles ejerce el periodismo y la crítica en diversos medios, tanto físicos como virtuales. En tiempos recientes, animó el blog Porta9, uno de los más visitados y polémicos.

La apuesta de La línea en medio del cielo se nutre de ambigüedad. Es un mérito que la escritura del texto no se precipite en truculencias o densidades sólo para iniciados, a pesar de esa rara atmósfera de verdades a medias. A partir de tales premisas, Ángeles traza la historia de Ignat y Virginia, cuyas identidades son un misterio sin solución. La novela, en sí, se erige como enigma en cuanto a la realidad que viven los personajes; ella se intersecta permanentemente con lo irreal o con una sensación de que nada ha ocurrido: todo es ilusión o magma ficcional que busca su cauce. Las deudas con el Ricardo Piglia de Respiración artificial se anuncian sin pompa o cálculo efectista -otro logro del autor-. No obstante, aún es posible bruñir el fraseo y evitar breves descensos en el estilo que, en rasgos generales, cumple con sus objetivos de manera solvente.

Corren inéditas brisas en las novísima literatura peruana. Los jóvenes se animan a liquidar las manías estereotipadas. Y Ángeles aspira a ser eje de ese cambio. Es justo y necesario.

Publicado en el
Diario Correo

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